domingo, 28 de febrero de 2010

No te aferres a nada en este mundo....liberate

Hoy despues de que en Chile la naturaleza nos ha recordado que ni siquiera nuestra vida nos pertenece, y que todo lo que consideramos nuestro es ilusorio y faláz, debemos más que nunca aprender a desprendernos de las cadenas que nos atan a cosas, situaciones y personas...para poder vislumbrar la realidad de lo efímero, y aprender a valorar lo que realmente nos pertenece, que no es más que el minuto presente, nada antes y nada despues, solo ahora...tratemos de meditar en esta verdad.

MEDITACION 22
"Dichosos los siervos a quienes su señor encuentre despiertos
cuando regrese"
(Lc. 12,37)
En todas partes del mundo, la gente anda buscando el amor, porque
todos están convencidos de que sólo el amor puede salvar al mundo.
Pero muy pocos comprenden en qué consiste realmente el amor y
cómo brota en el corazón humano. Con demasiada frecuencia se
equipara el amor a los buenos sentimientos para con los demás, a la
benevolencia, a la no-violencia, al servicio... Pero todas esas cosas, en
sí mismas, no son el amor. El amor brota del conocimiento consciente.
Sólo e la medida que seas capaz de ver a alguien tal como realmente
es aquí y ahora, no tal como es en tu memoria, en tu deseo, en tu
imaginación o en tu proyección, podrás verdaderamente amarla; de lo
contrario, no será a la persona a la que ames, sino a la idea que te has
formado de ella, o bien a la persona como objeto de tu deseo, pero no
tal como es en si misma.
Por eso, el primer acto de amor consiste en ver a esa persona u objeto,
esa realidad, tal como verdaderamente es. Lo cual exige la enorme
disciplina de liberarte de tus deseos, de tus prejuicios, de tus
recuerdos, de tus proyecciones, de tu manera selectiva de mirar; una
disciplina tan exigente que la mayoría de las personas prefieren
lanzarse de cabeza a realizar buenas acciones y a ser serviciales que
someterse al fuego abrazador de semejante ascesis. Cuando te pones a
servir a alguien a quien no te has tomado la molestia de comprender,
¿estás satisfaciendo la necesidad de esa persona o la tuya propia? El
primer ingrediente del amor, por tanto, consiste en comprender
realmente al otro.
El segundo ingrediente, tan importante como el primero, es
comprenderte a ti mismo, iluminar implacablemente, con la luz del
conocimiento consciente tus motivos, tus emociones, tus necesidades,
tu falta de honradez, tu egoísmo, tu tendencia a controlar y a
manipular. Lo cual significa llamar a las cosas por su nombre, por muy
doloroso que resulte. Si logras tener esa clase de consciencia del otro y
de ti mismo, sabrás lo que es el amor, porque poseerás una mente y
un corazón alerta, vigilantes, claros y sensibles; una claridad de
percepción y una sensibilidad que te harán reaccionar correcta y
adecuadamente en cada situación y en cada momento. Unas veces te
verás irresistiblemente llamado a la acción; otras, te refrenarás y te
contendrás. Unas veces te verás obligado a ignorar a los demás; otras,
les prestarás la atención que solicitan. Unas veces te mostrarás amable,
y complaciente; otras, duro, intransigente, enérgico y hasta violento. Y
es que el amor, que brota de la sensibilidad, adopta las más
inesperadas formas y responde, no a pautas y principios preconcebidos
, sino a la realidad concreta del momento. Cuando experimentes por
primera vez esta clase de sensibilidad, probablemente sientas
verdadero terror, porque todas tus defensas se vendrán abajo, tu falta
de honradez quedará al descubierto y los muros de protección que te
rodean serán destruidos.
Piensa en el terror que invade a un hombre acaudalado cuando alcanza
a ver realmente la lastimosa situación de los pobres; o a un dictador
sediento de poder cuando se digna contemplar el verdadero estado en
que se encuentra el pueblo por él oprimido; o a un fanático intolerante
cuando logra comprender que sus convicciones no se corresponden
con los hechos. O piensa en el terror que invade al romántico
enamorado cuando se decide de veras a admitir que lo que él ama no
es a su amada, sino a la imagen que tiene de ella. Por eso es por lo
que el más doloroso acto que un ser humano puede realizar es el acto
de mirar. es en este acto de mirar donde nace el amor; mejor dicho,
ese acto de mirar es el amor.
Una vez que empieces a mirar, tu sensibilidad te llevará a tomar
consciencia, no sólo de las cosas que decidas ver, sino de todas las
demás cosas. Y tu pobre ego tratará desesperadamente de embotar
esa sensibilidad, porque se ha visto despojado de sus defensas y se ha
quedado sin protección y sin nada a lo que aferrarse. Si alguna vez te
permites mirar, será tu muerte. Por eso es por lo que el amor es tan
aterrador: porque amar es mirar y mirar es morir. Peor es también la
más deliciosa y estimulante experiencia de este mundo, porque en la
muerte del ego está la libertad, la paz, la serenidad, la alegría...
Si lo que de veras deseas es amar, entonces ponte inmediatamente a
mirar; pero tómatelo en serio. Fíjate en alguien que te desagrade y
percibe de veras tus prejuicios; fíjate en alguien o en algo a lo que te
aferres y comprueba realmente el sufrimiento, la inutilidad y la falta de
libertad que supone aferrarse... y contempla detenida y tiernamente los
rostros humanos y la conducta humana. Tómate tiempo para mirar
asombrado a la naturaleza, el vuelo de un pájaro, la lozanía de una flor,
la caída de una hoja seca, el fluir de un río, la salida de la luna, la
silueta de una montaña a contraluz... Y mientras lo haces, la sólida
coraza que protege tu corazón se reblandecerá y se fundirá, y tu
corazón rebosará de sensibilidad y delicadeza. Se desvanecerá la
oscuridad de tus ojos, tu visión se hará clara y penetrante, y al fin
sabrás lo que es el amor.

Acompañemos nuestra meditación con esta hermosa música .



http://www.youtube.com/watch?v=Y6yj4XlEYwM

sábado, 27 de febrero de 2010

Cómo nos limitan las ideas?- Meditemos en ello en silencio.

Es un poco complicada la comprensión de que toda idea nos limita...al no dejarnos ver la realidad en su prístina pureza...leamos esta meditación con la mejor dispsición a comprender de que seamos capaces, y pidamos humildemente a nuestro Ser Interior que nos ilumine para que podamos captar la escencia de esto...

MEDITACION 21
"Los fariseos decían a los discípulos: '¿por qué come vuestro
maestro con los publicanos y pecadores?"
(Mt. 9,11)
Si deseas entrar en contacto con la realidad de una cosa, lo primero
que tienes que comprender es que toda idea deforma la realidad y
constituye un obstáculo para ver dicha realidad . La idea no es la
realidad: la idea "vino" no es el vino; la idea "mujer" no es esa
determinada mujer. Si de veras quieres entrar en contacto con la
realidad de esa mujer, debes dejar de lado tu idea de la mujer y tener
la experiencia de ella en su singularidad concreta y en su unicidad. Por
desgracia, la mayoría de las personas no se toman, la mayoría de las
veces , la molestia de ver este tipo de cosas en su singularidad; se
limitan a ver las palabras o las ideas, pero sin mirar nunca con ojos de
niño esa realidad concreta, única, viva y con plumas que se mueve ahí
mismo, delante de ellos; lo único que ven es un gorrión. Nunca ven el
maravilloso prodigio de ese ser humano único que tienen ante sí; tan
sólo ven a una mujer campesina hindú, por ejemplo. La idea, por
consiguiente, es un obstáculo para percibir la realidad.
Por otro lado hay otro obstáculo a la percepción de la realidad: el
juicio. Tal cosa o persona es buena o mala, fea o hermosa. Ya es
suficiente obstáculo, a la hora de fijarse en esa persona concreta, el
tener la idea de "hindú", de "mujer" o de "campesina". Pero, encima,
ahora añado un juicio y digo: "es buena" o "es mala"; "es guapa y
atractiva" o "es fea y poco atractiva". Lo cual me impide verla, porque
no es ni buena ni mala. Es "ella", en toda su singularidad. El cocodrilo y
el tigre no son buenos ni malos; son cocodrilo y tigre. "Bueno" y "malo"
dicen a algo exterior a ellos. En la medida en que convienen a mi
propósito, o son gratos a mis ojos, o me son útiles, o constituyen para
mí una amenaza, en esa medida les llamo "buenos " o "malos".
Piensa ahora en ti mismo cuando alguien dice de ti que eres "bueno" o
"atractivo" o "guapo". Una de dos: o bien te muestras duro y
displicente, porque en realidad te consideras malo, y te dices a ti
mismo que, si el otro te conociera tal como eres, no diría que eres
bueno; o bien aceptas las palabras de esa otra persona y te crees de
veras que eres bueno, y hasta te hace ilusión el cumplido. En ambos
casos te equivocas, porque no eres ni bueno ni malo. Tú eres tú. Si te
dejas influir por los juicios de quienes te rodean, estarás siempre
acumulando tensión, inseguridad y preocupación, porque, del mismo
modo que hoy te llaman "bueno", y ello te alegra, mañana pueden
llamarte "malo", y te deprimirás. Por eso, la reacción apropiada y
correcta, cuando alguien dice que eres "bueno", consiste en decir:
"Esta persona, dada su actual percepción y talante, me ve bueno, lo
cual no dice nada acerca de mí. Otro en su lugar, y con su propia
manera de ser y de percibir las cosas, me vería malo, lo cual tampoco
diría nada acerca de mí".
¡Con qué facilidad nos dejamos engañar por el juicio de los demás y
nos formamos una imagen de nosotros mismos basada en ese juicio...!
Para liberarte de verdad necesitas escuchar las cosas buenas y malas
que ellos quieran contarte, pero no has de reaccionar con mayor
emoción que la que manifiesta un ordenador cuando le introducen
datos. Y es que lo que ellos digan acerca de ti revela mucho más sobre
ellos mismos que sobre tu persona.
En realidad, también tienes que ser consciente de los juicios que tú
hagas acerca de ti mismo, porque incluso éstos se basan, por lo
general, en los sistemas de valores de las personas que te rodean.
Si juzgas, condenas o apruebas, ¿acaso ves la realidad?
Si contemplas algo a través del prisma del juicio, de la aprobación o de
la condena, ¿no es ese el principal obstáculo para comprender y
observar las cosas tal como son?
Cuenta hasta diez cuando una persona te diga que eres alguien muy
especial para ella; si aceptas el cumplido, empezarás a acumular
tensión.
¿Para qué quieres ser especial para alguien y someterte a semejante
clase de juicio aprobatorio? ¿Por qué no contentarte simplemente con
ser tú mismo?.
Cuando una persona te haga saber lo especial que eres para ella, todo
lo que puedes decir es: "Esta persona, dados sus gustos y necesidades,
sus instintos, sus apetencias y sus proyecciones, siente una especial
atracción hacia mí, lo cual no dice nada de mí como persona".
En el momento que aceptes el cumplido y te complazcas en él, habrás
dado a esa persona el control sobre ti.
Temerás constantemente que conozca a otra persona que le resulte
muy especial y te haga perder la posición de privilegio que ocupas en
su vida.
Consiguientemente, te pasarás la vida bailando al son que ella quiera
tocar y respondiendo a sus expectativas, con lo cual habrás perdido tu
libertad. En suma, habrás conseguido depender de ella para ser feliz,
porque has hecho que tu felicidad dependa del juicio de ella acerca de
ti.
Por si fuera poco, aún puedes empeorar las cosas poniéndote a buscar
a otras personas que te digan lo especial que eres para ellas e
invirtiendo un montón de tiempo y energías de asegurarte que nunca
van a cambiar esa imagen que tienen de ti. ¡Qué forma de vivir más
agotadora...! De pronto el miedo hace acto de presencia en tu vida;
miedo a que se destruya tu imagen. Pero, si lo que buscas es la
audacia y la libertad, tienes que deshacerte de ese miedo. ¿Cómo?
Negándote a tomar en serio a cualquiera que te diga lo especial que
eres para él. Las palabras: "Tú eres algo muy especial para mí" tan sólo
dicen algo de mi actual disposición con respecto a ti, de mis gustos, de
mi actual estado de ánimo y de la fase evolutiva en que me encuentro.
no dicen otra cosa. Acéptalas, pues, como un simple dato y no te
alegres por ellas. Lo que puede alegrarte es mi compañía, no mi
cumplido; mi actual interacción contigo, no mi elogio. Y, si eres
juicioso, me animarás a descubrir a otras personas igualmente
especiales, para o verte nunca tentado a aferrarte a esa imagen que yo
tengo de ti. No es dicha imagen la que ha de procurarte gozo y
contento, porque eres consciente de que la imagen que yo tengo de ti
puede cambiar muy fácilmente. Lo que has de disfrutar, pues, es el
momento presente, porque, si te complaces en la imagen que yo tengo
de ti, entonces te tendré controlado, y te dará miedo ser tu mismo, por
temor a hacerme daño; te dará miedo decirme la verdad y hacer
cualquier cosa que pueda deteriorar la imagen que yo tengo de ti.
Aplícalo ahora a cualquier imagen que la gente tenga de ti y que te
haga ver que eres un genio, un sabio, un santo o algo parecido;
siéntete halagado, y en ese momento habrás perdido tu libertad,
porque en adelante no dejarás de esforzarte por conseguir que no
cambien de opinión. temerás cometer errores, ser tú mismo, hacer o
decir cualquier cosa que pueda dañar dicha imagen. Habrás perdido la
libertad de ponerte en ridículo, de ser objeto de bromas y chanzas, de
hacer y decir lo que te parezca, en lugar de lo que parece encajar con
la imagen que los demás tienen de ti. ¿Cómo se acaba con esto? A
base de muchas horas de paciente estudio, concienciación y
observación de lo que tan estúpida imagen te proporciona: una
emoción mezclada de inseguridad, falta de libertad y sufrimiento. Si
logras ver esto con claridad, te desaparecerán las ganas de ser especial
para nadie o de que alguien te tenga en una elevada consideración, no
temerás andar con pecadores y personales de dudosa reputación y
harás y dirás lo que t plazca, sin importarte lo que la gente piense de ti.
Conseguirás ser tan falto de auto-consciencia como los pájaros y las
flores, demasiado ocupados en la tarea de vivir como para preocuparse
lo más mínimo de lo que los demás puedan pensar de ellos y de si son
o dejan de ser algo especial para otros. Y al fin, lograrás ser libre y
audaz.
Meditemos acompañados del canto de los delfines.





http://www.youtube.com/watch?v=-CKDYc9J0Mg

viernes, 26 de febrero de 2010

Liberandonos de los prejuicios, apegos y demás lastre inútil que nos atormenta...

Como nos limitan los prejuicios, las opiniones y los apegos...si no podemos liberarnos de ellos seremos eternamente esclavos...y que dificil es poder borrar todo esto de nuestra consciencia...veamos que nos propone aqui Anthony de Mello para lograrlo.

MEDITACION 20
"--- Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a
los que os odien"
(Lc. 6,27)
Cuando estás enamorado, te sorprendes a ti mismo mirando a todo el
mundo con ojos distintos; te vuelves generoso, compasivo, bondadoso,
donde antes tal vez eras duro y mezquino. E, inevitablemente, los
demás comienzan a reaccionar para contigo de la misma manera, y no
tardas en comprobar que vives en un mundo de ternura que tú mismo
has creado. En cambio, cuando lo que predomina en ti es el mal humor
y te irritas fácilmente y te muestras ruin, suspicaz y hasta paranoide,
en seguida compruebas que todo el mundo reacciona ante ti de
manera negativa, y te encuentras viviendo en un mundo hostil, creado
por tu mente y tus emociones.
¿Cómo podrías intentar crear un mundo feliz, amable y pacífico?
Aprendiendo el sencillo y hermoso, aunque arduo "arte de mirar". Se
trata de hacer lo siguiente: cada vez que te encuentres irritado o
enojado con alguien, a quien tienes que mirar es a ti, no a esa persona.
Lo que tienes que preguntarte no es: "¿Qué le pasa a este individuo?",
sino: "Qué pasa conmigo, que estoy tan irritado?". Intenta hacerlo
ahora mismo. Piensa en alguna persona cuya sola presencia te saque
de quicio y formúlate a ti mismo esta dolorosa pero liberadora frase:
"La causa de mi irritación no está en esa persona sino en mí mismo".
Una vez dicho esto, trata de descubrir por qué y cómo se origina esta
irritación. En primer lugar, considera la posibilidad, muy real, de que la
razón por la que te molestan los defectos de esa persona, o lo que tú
supones que lo son, es porque tú mismo tienes esos defectos; lo que
ocurre es que los has reprimido y por eso los proyectas
inconscientemente en el otro. Esto sucede casi siempre, aunque casi
nadie lo reconoce. Trata, pues, de descubrir los defectos de esa
persona en tu propio interior, en tu mente inconsciente, y tu irritación
se convertirá en agradecimiento hacia dicha persona, que con su
conducta te ha ayudado a desenmascararte.
Otra cosa digna de considerar es la siguiente: ¿No será que lo que te
molesta de esa persona es que sus palabras o su comportamiento
ponen de relieve algo de tu vida y de ti mismo que tú te niegas a ver?
Fíjate cómo nos molestan el místico y el profeta que parecen alejarse
mucho de lo místico o de lo profético cuando nos sentimos
cuestionados por sus palabras o por su vida.
Una tercera cosa también está muy clara: tú te irritas contra esa
persona porque no responde a las expectativas que has sido
"programado" para abrigar respecto a ella. Tal vez tengas derecho a
exigir que esa persona responda a tu "programación" siendo, por
ejemplo, cruel o injusta, en cuyo caso no es necesario que sigas
considerando esto. Pero, si tratas de cambiar a esa persona o de poner
fin a su comportamiento, ¿no serías mucho más eficaz si no estuvieras
irritado? La irritación sólo conseguirá embotar tu percepción y hacer
que tu acción sea menos eficaz. todo el mundo sabe que, cuando un
deportista pierde los nervios, la calidad de su juego decrece, porque la
pasión y el acaloramiento le hacen perder coordinación. En la mayoría
de los casos, sin embargo, no tienes derecho a exigir que la otra
persona responda a tus expectativas; otras personas en tu lugar, ante
dicho comportamiento, no experimentarían irritación alguna. No tienes
más que pensar detenidamente en esta verdad, y tu irritación se
diluirá. ¿o es absurdo por tu parte exigir que alguien viva con arreglo a
los criterios y normas que tus padres te han inculcado?
Finalmente, he aquí otra verdad que deberías considerar: teniendo en
cuenta la educación, la experiencia y los antecedentes de esa persona,
seguramente no puede dejar de comportarse como lo hace. Alguien ha
dicho, con mucho acierto, que comprender todo es perdonar todo. Si tú
comprendes realmente a esa persona, la considerarás como una
persona deficiente, pero no censurable, y tu irritación cesará al
instante. Y en seguida comprobarás que comienzas a tratar a esa
persona con amor y que ella te responde del mismo modo, y te
encontrarás viviendo en un mundo de amor que tú mismo has creado.

Nuestra compañia de hoy para esta meditación.



http://www.youtube.com/watch?v=dnREtYxCY-I

jueves, 25 de febrero de 2010

Sigamos meditando en el amor

Meditar en el amor nunca es bastante...entender el amor es entender a Dios mismo...algo titanico para nosotros, desde la mente limitada del ser humano...por eso debemos constantemente estar meditando en esta energia creadora, en esta fuente inagotable de recursos, felicidad y libertad llamada amor...para asi abrir, expandir e iluminar nuestra consciencia aprendiendo a fluir en esta corriente...sigamos meditando en el amor.

MEDITACION 19
"Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es
apto para el Reino de Dios"
(Lc. 9,62)
El Reino de Dios es amor. Pero ¿qué significa amar? Significa ser
sensible a la vida, a las cosas y a las personas; tener sentimientos hacia
todo y hacia todos, sin excluir nada ni a nadie. Porque a la exclusión
sólo se llega a base de endurecerse, a base de cerrar las propias
puertas. Y el endurecimiento mata la sensibilidad. No te resultará difícil
encontrar ejemplos de esta clase de sensibilidad en tu propia vida. ¿No
te has detenido nunca a retirar una piedra o un clavo de la carretera
para evitar que alguien pueda sufrir daño? Lo de menos es que tú no
llegues nunca a conocer a la persona que va a beneficiarse de ello, o
que no se recompense ni se reconozca tu gesto. Lo haces por puro
sentimiento de benevolencia y bondad. ¿No te has sentido alguna vez
afligido ante la absurda destrucción, en cualquier parte del mundo, de
un bosque que nunca ibas a ver ni del que te ibas a beneficiar jamas?
¿No te has tomado nunca más molestias de las normales por ayudar a
un extraño a encontrar la dirección que buscaba, aunque no conocieras
ni fueras nunca a volver a ver a esa persona, simplemente por haber
experimentado un sentimiento de bondad? En esos y en otros muchos
momentos, el amor ha aflorado a la superficie en tu vida, haciendo ver
que se hallaba en tu interior esperando ser liberado.
¿Cómo puedes llegar a poseer esta clase de amor? No puedes, porque
ya está dentro de ti. Todo lo que tienes que hacer es quitar los
obstáculos que tú mismo pones a la sensibilidad, y ésta saldrá a la
superficie.
Esos obstáculos a la sensibilidad son dos: La opinión y el apego.
Hablemos primero de la opinión. En cuanto tienes una opinión, ya has
llegado a una conclusión acerca de una persona, una situación o una
cosa. Te has quedado fijo en un punto y has renunciado a tu
sensibilidad. Te has predispuesto, y ya sólo verás a esa persona o cosa
desde tu predisposición o prejuicio. En otras palabras, vas a dejar de
verla para siempre. ¿Y cómo puedes ser sensible a alguien que ni
siquiera ves? Piensa en una persona a la que conozcas y haz una lista
de las numerosas conclusiones, positivas o negativas, a las que hayas
llegado y sobre la base de las cuales te relacionas con ella. En el
momento en que digas: "Fulano es inteligente", o "cruel", o
"desconfiado", o "cariñoso", o lo que sea, en ese mismo momento ya
has endurecido tu percepción, te has formado un pre - juicio y has
dejado de observar a esa persona en su constante devenir; es algo
análogo al caso del piloto que se pusiera a volar hoy con el informe
meteorológico de la semana pasada. Examina con mucho cuidado
dichas opiniones, porque el simple hecho de comprender que se trata
de opiniones, conclusiones o prejuicios, no reflejos de la realidad, hará
que desaparezcan.
En cuanto al apego, ¿cómo se forma? Ante todo, proviene del contacto
con algo que te ocasiona placer o satisfacción: un auto, un moderno
aparato anunciado de manera atrayente, una frase de elogio, la
compañía de una persona... Viene luego el deseo de aferrarte a ello, de
repetir la gratificante sensación que esa cosa o persona te ha
ocasionado. Por último, llegas a convencerte de que no serás feliz sin
esa cosa o persona, porque has identificado el placer que te
proporciona con la felicidad. Y ya tienes un apego con todas las de la
ley; un apego, que inevitablemente, te hace excluir otras cosas y ser
insensible a todo cuanto no forme parte de él. Consiguientemente,
cada vez que tengas que dejar el objeto de tu apego, dejarás con él tu
corazón, que ya no podrás poner en ninguna otra cosa. La sinfonía de
la vida prosigue, pero tú no dejas de mirar atrás, de aferrarte a unos
cuantos compases de la sinfonía, de cerrar tus oídos al resto de la
música, produciendo con ello una desarmonía y un conflicto entre lo
que a vida te ofrece y aquello a lo que tú te aferras. Y vienen a
continuación la tensión, la ansiedad, que constituyen la muerte misma
del amor y de la gozosa libertad que el amor conlleva. Y es que el amor
y la libertad sólo se encuentran cuando se sabe disfrutar de cada nota
en el momento en que ésta se produce, pero sin tratar de apresarla, a
fin de mantenerse plenamente receptivo a las notas siguientes.
¿Cómo liberarse de un apego? Muchos suelen intentarlo por medio de
la renuncia. pero renunciar a unos cuantos compases de la sinfonía,
hacerlos desaparecer de la consciencia, origina precisamente la misma
clase de violencia, , conflicto e insensibilidad que el aferrarse a ellos. Lo
único que se consigue, una vez más, es endurecerse. El secreto reside
en no renunciar a nada ni aferrarse a nada, en disfrutar de todo y
permitir que todo pase. Y esto ¿cómo se hace? A base de muchas
horas de observar el carácter corrompido y viciado del apego. Por lo
general, lo que haces es centrarte en la emoción, en la ráfaga de placer
que el objeto de tu apego te produce. ¿Por qué no intentas ver la
ansiedad, el sufrimiento y la falta de libertad que también te ocasiona,
a la vez que la alegría, la paz y la libertad que experimentas cuando
desaparece? entonces dejarás de mirar atrás y podrás sentir el hechizo
de la música en el instante presente.
Finalmente, echa un vistazo a la sociedad en la que vivimos, podrida de
apegos hasta la médula. Porque, si uno está apegado al poder, al
dinero, a la propiedad, a la fama, al éxito; si uno busca todas estas
cosas como si su felicidad dependiera de ellas, será considerado como
un miembro dinámico , trabajador y productivo de la sociedad. En otras
palabras, si uno persigue esas cosas con una arrolladora ambición
capaz de destruir la sinfonía de su vida y convertirle en un ser duro, frío
e insensible para con los demás y para consigo mismo, entonces la
sociedad le considerará un ciudadano "como es debido", y sus
parientes y amigos se sentirán orgullosos del "status" que han
alcanzado. ¿A cuantas personas conoces, de las que llaman
"respetables", que hayan conservado esa tierna sensibilidad del amor
que sólo la falta de apegos puede proporcionar? Si piensas en ello
detenidamente, experimentarás una repugnancia tan profunda que
instintivamente arrojarás de ti todo apego, como harías con una
serpiente que te hubiera caído encima. Te rebelarás y tratarás de
liberarte de esta pútrida cultura, basada en la codicia y el apego, en el
ansia y la avaricia y en la dureza e insensibilidad del desamor.

Nuestro video de hoy, una hermosa melodia que acompaña nuestra meditación.




http://www.youtube.com/watch?v=rmGTO95oGYU

miércoles, 24 de febrero de 2010

Meditemos hoy en la libertad y el amor

Si no sabemos amar nunca podremos ser libres y felices, ya que son lo mismo...tratemos de comprender esto para nuestro desarrollo integral.


MEDITACION 18
"Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado" (Jn. 15,12)
¿Qué es el amor? Fíjate en una rosa: ¿puede acaso decir la rosa: "Voy a ofrecer mi fragancia a las buenas personas y negársela a las malas"? ¿O puedes tú imaginar una lámpara que niegue sus rayos a un individuo perverso que trate de caminar por su luz? Sólo podría hacerlo si dejara de ser una lámpara. Observa cuán necesaria e indiscriminadamente ofrece el árbol su sombra a todos, buenos y malos, jóvenes y viejos, altos y bajos, hombres y animales y cualesquiera seres vivientes... incluso a quien pretende cortarlo y echarlo abajo. Ésta es, pues, la primera cualidad del amor: su carácter indiscriminado. Por eso se nos exhorta a que seamos como Dios, "que hace brillar su sol sobre los buenos y los malos y llover sobre justos e injustos; sed, pues, buenos como vuestro padre celestial es bueno". Contempla con asombro la bondad absoluta de la rosa, de la lámpara, del árbol... , porque en ellos tienes la imagen de lo que sucede con el amor.
¿Cómo se obtiene esta calidad del amor? Todo cuanto hagas únicamente servirá para que tu amor sea forzado, artificial y, consiguientemente, falso, porque el amor no puede ser violentado ni impuesto. No hay nada que puedas hacer. Pero sí hay algo que puedes dejar de hacer. Observa el maravilloso cambio que se produce en ti cuando dejas de ver a los demás como buenos y malos, como justos y pecadores, y empiezas a verlos como inconscientes e ignorantes.
Debes renunciar a tu falsa creencia de que las personas pueden pecar conscientemente. Nadie puede pecar "a consciencia". en contra de lo que erróneamente pensamos, el pecado no es fruto de la malicia, sino de la ignorancia. "Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen..."
Comprender esto significa adquirir esa cualidad no discriminatoria que tanto admiramos en la rosa, en la lámpara, en el árbol...
La segunda cualidad del amor es su gratuidad. Al igual que el árbol, la rosa o la lámpara, el amor da sin pedir nada a cambio. ¡Cómo despreciamos al hombre que se casa con una mujer, no por las
cualidades que ésta pueda tener, sino por el dinero que aporta como dote...! De semejante hombre decimos, con toda razón, que no ama a la mujer, sino el beneficio económico que ésta le procura. Pero ¿acaso tu amor se diferencia algo de ese hombre cuando buscas compañía de quienes te resultan emocionalmente gratificantes y evitas la de quienes no lo son; o cuando te sientes positivamente inclinado hacia quienes te dan lo que deseas y responden a tus expectativas, mientras abrigas sentimientos negativos o mera indiferencia hacia quienes no son así? De nuevo, sólo necesitas hacer una cosa para adquirir esa cualidad de la gratuidad que caracteriza al amor: abrir tus ojos y mirar. el mero hecho de mirar y descubrir tu presunto amor tal como realmente es, como un camuflaje de tu egoísmo y tu codicia, es esencial para llegara adquirir esta segunda cualidad del amor.
La tercera cualidad del amor es su falta absoluta de auto -consciencia, su espontaneidad. El amor disfruta de tal modo amando que no tiene la menor consciencia de sí mismo. Es lo mismo que ocurre con la lámpara que brilla sin pensar si beneficia o no a alguien, o con la rosa que difunde su fragancia simplemente porque no puede hacer otra cosa, independientemente de que haya o deje de haber alguien que disfrute de ella; o con el árbol que ofrece su sombra... La Luz, la fragancia y la sombra no se producen porque haya alguien cerca, ni desaparecen cuando no hay nadie, sino que, al igual que el amor, existen con independencia de las personas. El amor, simplemente, es, sin necesidad de ningún objeto. Y esas cosas (la luz, la sombra, la fragancia), simplemente, son, independientemente de que alguien se beneficie o no de ellas. Por tanto, no tienen consciencia de poseer mérito alguno o de hacer bien. Su mano izquierda no tiene conocimiento de lo que hace su mano derecha. "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento y te ayudamos?"
Y la cuarta y última cualidad del amor es su libertad. En el momento en que entran en juego la coacción, el control o el conflicto, en ese mismo momento muere el amor. Fíjate cómo la rosa, el árbol y la lámpara te dejan completamente libre. El árbol no va a hacer el menor esfuerzo por arrastrarte hacia su sombra cuando corras el riesgo de sufrir una insolación; y la lámpara no va a ensanchar su haz de luz para que no tropieces en la oscuridad. En cambio, piensa por un momento en toda la coacción y control por parte de los demás a que tú mismo te sometes cuando, para comprar su amor y su aprobación o, simplemente, por no perderlos, tratas tan desesperadamente de responder a sus expectativas. Cada vez que te sometes a dicho control y dicha coacción, destruyes tu natural capacidad de amar, porque no puedes dejar de hacer con otros lo que permites que otros hagan contigo. Observa y comprende, pues, todo el control y la coacción que hay en tu vida, y verás cómo se reducen y empieza a brotar la libertad.
En definitiva, "libertad" no es más que otra palabra para referirse al amor.


Nuestro video de hoy para acompañar la meditación
.



http://www.youtube.com/watch?v=N_EUbHpQXHk

martes, 23 de febrero de 2010

Meditación en la inocencia de los niños.

Esta meditación, intenta llevarnos a la simpleza, a ser lo que realmente eres, sin máscaras ni cumplidos, inocentes como niños...intentemos lograrlo.

MEDITACION 17
"Os aseguro que, si no cambiáis y os hacéis como los niños, no
entrareis en el Reino de los Cielos"
(Mt.18,3)
Cuando mira uno los ojos de un niño, lo primero que llama la atención
es su inocencia: su deliciosa incapacidad para mentir, para refugiarse
tras de una máscara o para aparentar ser lo que no es. En este sentido,
el niño es exactamente igual que el resto de la naturaleza. Un perro es
un perro; una rosa, una rosa; una estrella, una estrella. Todas las cosas
son, simple y llanamente, lo que son. sólo el ser humano adulto es
capaz de ser una cosa y fingir ser otra diferente. Cuando una persona
mayor castiga a un niño por decir la verdad, por revelar lo que piensa y
siente, el niño aprende a disimular y comienza a perder su inocencia. Y
no tardará en engrosar las filas de las innumerables personas que
reconocen perplejas no saber quienes son, porque, habiendo ocultado
durante tanto tiempo a los demás la verdad sobre sí mismas, acaban
ocultándosela a sí mismas. ¿Cuánto de la inocencia de tu infancia
conservas todavía? ¿Existe alguien hoy en cuya presencia puedas ser
simple y totalmente tú mismo, tan indefensamente sincero e inocente
como un niño?
Pero hay otra manera muy sutil de perder la inocencia de la infancia:
cuando el niño se contagia del deseo de ser alguien. Contempla la
multitud increíble de personas que se aferran con toda su alma, no por
llegar a ser lo que la naturaleza quiere que sean
-músicos, cocineros, mecánicos, carpinteros, jardineros, inventores... -
sino por llegar a ser "alguien"; por llegar a ser personas felices,
famosas, poderosas...; por llegar a ser algo que les suponga, no mera
y pacífica autorrealización, sino glorificación y agigantamiento de su
propia imagen. Nos hallamos, en este caso, ante personas que han
perdido su inocencia porque han escogido no ser ellas mismas, sino
destacar y darse importancia, aunque no sea más que a sus propios
ojos. Fíjate en tu vida diaria. ¿Hay en ella un sólo pensamiento, palabra
o acción que no estén corrompidos por el deseo de ser alguien, aun
cuando sólo pretendas ser un santo desconocido para todos, menos
para ti mismo? El niño, como el animal inocente, deja en manos de su
propia naturaleza el ser simple y llanamente lo que es. Y, al igual que el
niño, también aquellos adultos que han preservado su inocencia se
abandonan al impulso de la naturaleza o al destino, sin pensar siquiera
en "ser alguien" o en impresionar a los demás; pero, a diferencia del
niño, se fían, no del instinto, sino de la continua consciencia de todo
cuanto sucede en ellos y en su entorno; una consciencia que les
protege del mal y produce el crecimiento deseado para ellos por la
naturaleza, no el ideado por sus respectivos y ambiciosos egos.
Existe además otro modo de corromper la inocencia de la infancia por
parte de los adultos, y consiste en enseñar al niño a imitar a alguien.
En el momento en que hagas del niño una copia exacta de alguien, en
ese mismo momento extingues la chispa de originalidad con que el
niño ha venido al mundo. En el momento en que optas por ser como
otra persona, por muy grande o santa que sea, en ese mismo
momento prostituyes tu propio ser. No deja de ser triste pensar en la
chispa divina de singularidad que hay en tu interior y que ha quedado
sepultada por capas y más capas de miedo. Miedo a ser ridiculizado o
rechazado si en algún momento te atreves a ser tú mismo y te niegas a
adaptar mecánicamente a la de los demás tu forma de vestir, de obrar,
de pensar... Y observa cómo es precisamente eso lo que haces:
adaptarte, no sólo porque se refiere a tus acciones y pensamientos,
sino incluso en lo que respecta a tus reacciones, emociones, actitudes,
valores... De hecho, no te atreves a evadirte de esa "prostitución" y
recuperar tu inocencia original. Ése es el precio que tienes que pagar
para conseguir el pasaporte de la aceptación por parte de tu sociedad o
de la organización en la que te mueves. Y así es como entras
irremediablemente en el mundo de la insinceridad y del control y te ves
exiliado del Reino, propio de la inocencia de la infancia.
Y una última y sutilísima forma de destruir tu inocencia consiste en
competir y compararte con los demás, con lo cual canjeas tu ingenua
sencillez por la ambición de ser tan bueno o incluso mejor que otra
persona determinada. Fíjate bien: la razón por la que el niño es capaz
de preservar su inocencia y vivir, como el resto de la creación, en la
felicidad del Reino, es porque no ha sido absorbido por lo que
llamamos "el mundo", esa región de oscuridad habitada por adultos
que emplean sus vidas, no en vivir, sino en buscar el aplauso y la
admiración; no en ser pacíficamente ellos mismos, sino en compararse
y competir neuróticamente, afanándose por conseguir algo tan vacío
como el éxito y la fama, aun cuando esto sólo pueda obtenerse a costa
de derrotar, humillar y destruir al prójimo. Si te permitieras sentir
realmente el dolor de este verdadero infierno en la tierra, tal vez te
sublevarías interiormente y experimentarías una repugnancia tan
intensa que haría que se rompieran las cadenas de dependencia y de
engaño que se han formado en torno a tu alma, y podrías escapar al
reino de la inocencia, donde habitan los místicos y los niños.


Nuestro video para acompañar la meditación.



http://www.youtube.com/watch?v=2zql2t8uC4M

lunes, 22 de febrero de 2010

Meditación para liberarse de las fórmulas que limitan tu crecimiento.

La vida es un constante dinamismo, estar vivo es moverse; nadie debe imponerte fórmulas para vivir.... podrás tener cierta guía, pero solamente tú debes lanzarte a la aventura de crecer y caminar desechando las fórmulas preestablecidas, entonces allí serás tú mismo(a).

MEDITACION 16
"Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar 'maestros', porque uno solo es vuestro Maestro, y vosotros sois todos hermanos". (Mt. 23,8)
Podrás conseguir que alguien te enseñe cosas mecánicas, científicas o matemáticas, como el álgebra, el inglés, el montar en bicicleta o el manejar un ordenador. Pero en las cosas que verdaderamente importan - la vida, el amor, la realidad, Dios... -nadie puede enseñarte nada. A lo más, podrán darte fórmulas. Lo malo de las fórmulas, sin embargo, es que la realidad que te proporcionan viene filtrada a través de la mente de otra persona. Si adoptas estas fórmulas, quedarás preso en ellas, te marchitarás y, cuando mueras, no habrás llegado a saber lo que significa ver por ti mismo, aprender.
Míralo de esta manera: probablemente, ha habido momentos en tu vida en los que has tenido una experiencia que sabes que habrás de llevarte contigo a la tumba, porque eres completamente incapaz de encontrar palabras para expresarla. De hecho, ningún lenguaje humano posee palabras con las que poder expresar exactamente lo que has experimentado. Piensa, por ejemplo, en la clase de sentimiento que te ha invadido al contemplar el vuelo de un ave sobre un idílico lago, o al observar una brizna de hierba asomando por la grieta de un muro. o al escuchar el llanto de un niño en mitad de la noche, o al percibir la belleza de un cuerpo humano desnudo, o al contemplar un frío y rígido cadáver en su ataúd... Podrás tratar de comunicar dicha experiencia valiéndote de la música, de la poesía o de la pintura, pero en el fondo sabes que nadie comprenderá jamás exactamente lo que tu has visto y sentido. Eso es algo que te resulta absolutamente imposible de expresar, y mucho menos de enseñar a otro ser humano.
Pues bien, eso es exactamente lo que un Maestro siente cuando le pides que te instruya acerca de la vida, o de Dios, o de la realidad... Lo más que puede hacer es proporcionarte una "receta", una serie de palabras ensartadas en una fórmula. Pero, ¿para qué sirven esas palabras? Imagínate a un grupo de turistas en un autobús. Las cortinillas están echadas, y ellos no pueden ver, oír, tocar u oler absolutamente nada del extraño y exótico país que están atravesando, mientras el guía no deja de hablar, tratando de ofrecerles lo que él considera una vívida descripción de los olores, sonidos y objetos del exterior. Lo único que los turistas experimentarán serán las imágenes que las palabras del guía originen en sus mentes. Supongamos ahora que el autobús se detiene y el guía les indica que salgan afuera, mientras les da una serie de fórmulas de lo que pueden esperar ver y experimentar. Pues bien la experiencia de los turistas estará contaminada, condicionada y deformada por dichas fórmulas, y ellos percibirán, no a realidad en sí, sino la realidad tal como ha sido filtrada a través de las fórmulas del guía.
Mirarán la realidad selectivamente, o bien proyectarán sobre ella sus propias fórmulas, de manera que lo que verán no es la realidad, sino una confirmación de sus fórmulas. ¿Hay alguna forma de saber si lo que estás percibiendo es la realidad? Hay al menos un indicio: si lo que percibes no encaja en ninguna fórmula, ni propia ni ajena; si, sencillamente, no puede expresarse con palabras. Entonces, ¿qué pueden hacer los maestros? Pueden hacerte saber lo que es irreal, pero no pueden mostrarte la realidad; pueden echar abajo tus fórmulas, pero no pueden hacerte ver lo que las fórmulas pretenden reflejar; pueden desenmascarar tu error, pero no pueden ponerte en posesión de la verdad. Pueden, a lo más, apuntar en dirección a la realidad, pero no pueden decirte lo que ven. Tendrás que aventurarte y descubrirlo por ti mismo. "Aventurarse" significa, en este caso, prescindir de toda fórmula, tanto si te la han proporcionado otros como si la has aprendido en los libros o la has inventado tú mismo a la luz de tu propia experiencia. Esto es, posiblemente, lo más aterrador que puede hacer un ser humano: adentrarse en lo desconocido sin la protección de ningún tipo de fórmula o receta. Ahora bien, prescindir del mundo de los seres humanos, tal como lo hicieron los profetas y los místicos, no significa prescindir de su compañía, sino de sus fórmulas. Y entonces, eso sí, aun cuando estés rodeado de personas, estarás verdadera y absolutamente solo. Pero ¡qué imponente soledad! La soledad del
silencio. Un silencio que será lo único que veas. Y en el momento en que veas, renunciarás a todo tipo de libros, guías y gurús.
Pero ¿qué es exactamente lo que verás? Todo, absolutamente todo: una hoja que cae del árbol, el comportamiento de un amigo, la superficie rizada de un lago, un montón de piedras, un edificio en ruinas, una calle asestada de gente, un cielo estrellado..., todo. Una vez que hayas visto, puede que alguien intente ayudarte a expresar tu visión con palabras, pero tú negarás con la cabeza y dirás: "No, no es eso; eso es simplemente una fórmula más..." Puede también que algún
otro intente explicarte el significado de lo que has visto, y tú volverás a negar con la cabeza, porque el significado es una fórmula, algo que puede verterse en conceptos y tener sentido para la mente pensante, mientras que lo que tú has visto está más allá de toda fórmula, de todo significado. Y entonces se producirá en ti un extraño cambio, difícilmente perceptible al principio, pero radicalmente transformador. Y es que, una vez hayas visto, ya no volverás a ser el mismo, sino que sentirás la estimulante libertad y la extraordinaria confianza que produce el hecho de saber que toda fórmula, por muy sagrada que sea, es inútil; y nunca más volverás a llamar a nadie: "maestro". En adelante, y a medida que observes y comprendas de nuevo cada día todo el proceso y el movimiento de la vida, ya no dejarás de aprender, y todas las cosas sin excepción serán tus "maestros" Desecha, pues, tus libros y tus fórmulas, atrévete a prescindir de tu maestro, sea quien sea, y mira las cosas por ti mismo. Atrévete a fijarte, sin temor ni fórmula alguna, en todo cuanto te rodea, y no tardarás en ver.

La música para tu meditación...escúchala mientras lees el texto, y mientras meditas en la idea central.



http://www.youtube.com/watch?v=pti8w-JP_1E

domingo, 21 de febrero de 2010

Medita para liberarte de tus dependencias

MEDITACION 15
" "Maestro", le dijeron, "sabemos que tú hablas y enseñas con
rectitud y que no haces acepción de personas""
(Lc. 20,21)
Considera tu vida y comprueba cómo has llenado su vacío a base de
personas, con lo que les has dado un absoluto dominio sobre ti. Fíjate
cómo ellas, con su aprobación o su desaprobación, determinan tu
comportamiento. Observa cómo tienen el poder de aliviar tu soledad
con su compañía, de levantarte la moral con sus elogios, de hundirte
en la miseria con sus críticas y su rechazo. Comprueba cómo tú mismo
empleas la mayor parte del tiempo en tratar de aplacar y agradar a los
demás ya estén vivos o muertos. Te riges por sus normas, te adaptas a
sus criterios, buscas su compañía deseas su amor, temes sus burlas,
anhelas un aplauso, aceptas dócilmente la culpabilidad que descargan
sobre ti...; te horroriza no seguir la moda en la forma de vestir, de
hablar, de actuar y hasta de pensar...
Observa también cómo aún en el caso de que tú los controles,
dependes de los demás y estás dominado por ellos.
De tal manera han llegado a ser las personas parte de tu propio ser
que ni siquiera te resulta imaginable vivir sin sentirte afectado o
controlado por ellas. De hecho, ellas mismas te han convencido de que,
si alguna vez llegas a independizarte de ellas, te convertirás en una
solitaria, desierta e inhóspita isla. Sin embargo, es justamente todo lo
contrario, porque ¿cómo puedes amar a alguien de quien eres esclavo?
¿Cómo puedes amar a una persona sin la cual eres incapaz de vivir? A
lo mas, podrás desearla, necesitarla, depender de ella, tenerla y ser
dominado por ella. Pero el amor sólo puede darse en la falta absoluta
de temor y en la libertad.
¿Cómo puedes alcanzar esa libertad? Efectuando un ataque contra tu
dependencia y tu esclavitud en un doble frente. Ante todo, en el frente
de la consciencia. Es casi imposible ser dependiente, ser esclavo,
cuando uno constata una y otra vez el absurdo de su dependencia.
Pero la consciencia puede no ser suficiente para una persona "adicta" a
los demás. Por eso es preciso -y éste es el segundo frente- que cultives
aquellas actividades que te gustan. debes descubrir qué es aquello que
haces, no por la utilidad que te reporta, sino porque quieres hacerlo.
Piensa en algo que te guste hacer por sí mismo, independientemente
de que te salga bien o no, de que te elogien o dejen de elogiarte por
ello, de que te procure o no el afecto o el reconocimiento de los
demás, de que los demás lo sepan y te lo agradezcan o dejen de
hacerlo... ¿Cuantas actividades hay en tu vida en las que te embarcas
simplemente porque te producen gozo y te atraen irresistiblemente?
trata de descubrirlas y cultívalas, porque son tu pasaporte hacia la
libertad y el amor.
Probablemente, también en esto te han "comido el coco" con el
siguiente razonamiento consumista: "disfrutar de un poema, de un
paisaje o de una pieza musical es una pérdida de tiempo, lo que debes
hacer es producir tú mismo un poema, una composición musical o una
obra de arte. Pero incluso el simple producir es de escaso valor en sí
mismo; tu obra debe ser, además, conocida. ¿De qué vale, si nadie la
conoce? Más aún: aunque sea conocida, no significa nada si no gana el
aplauso y el reconocimiento de la gente. ¡Tu obra sólo alcanzará el
máximo valor cuando sea popular y se venda!" Ya estás de nuevo en
manos de los demás y sometido a su control... Y, según ellos, el valor
de una acción no radica en que sea algo querido y disfrutado por sí
mismo sino en que tenga éxito.
El "camino real" hacia el misticismo y la realidad no pasa por el mundo
de las personas, sino por el mundo de las acciones emprendidas por sí
mismas, sin buscar ni siquiera indirectamente, el éxito, la ganancia o la
utilidad. Contrariamente a lo que suele creerse, la terapia por la falta
de amor y la soledad no consiste en la compañía, sino en el contacto
con la realidad. En el momento en que toques dicha realidad, sabrás lo
que son la libertad y el amor. La libertad respecto de las personas... y,
consiguientemente, la capacidad de amarlas.
No debes pensar que, para que el amor brote en tu corazón, tienes
primero que conocer a las personas. Eso no sería amor, sino atracción
y compasión. Sí es amor, en cambio, es lo primero que nace en el
corazón al contacto con lo real. No un amor por una determinada
persona o cosa, sino la realidad del amor; una actitud, una disposición
de amor. Y ese amor se irradia entonces al exterior, hacia el mundo de
las cosas y las personas.
Si deseas que este amor exista en tu vida, debes liberarte de tu
dependencia interna respecto de las personas, tomando consciencia de
ella y emprendiendo actividades que te guste realizar por sí mismas.

Video de música para meditar...

sábado, 20 de febrero de 2010

Meditación en nuestro estado natural

Sigamos meditando en lo natural,para que podamos regresar a nuestro estado de paz.

MEDITACION 14
"El reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo
conquistan"
(Mt 11,12)
Compara el sereno y sencillo esplendor de una rosa con las tensiones y
la agitación de tu vida. La rosa tiene un don del que tú careces: está
perfectamente conforme con ser lo que es. Al contrario que tú, ella no
ha sido programada desde su nacimiento para estar insatisfecha
consigo misma, por lo que no siente el menor deseo de ser algo
distinto de lo que es. Y por eso posee esa gracia natural y esa ausencia
de conflicto interno que, entre los humanos, sólo se dan en los niños y
en los místicos.
Considera tu triste condición: estás siempre insatisfecho contigo
mismo, siempre deseando cambiar. Por eso estás lleno de una violencia
y una intolerancia para contigo mismo que no hacen sino aumentar a
medida que te esfuerzas por cambiar. Y por eso, cualquier cambio que
consigues efectuar va siempre acompañado de un conflicto interno. Y,
además, sufres cuando ves cómo otros consiguen lo que tú no has
conseguido y logran ser lo que tú no has logrado.
¿Te atormentarían los celos y la envidia si, al igual que la rosa,
estuvieras conforme con ser lo que eres y no ambicionaras jamás ser lo
que no eres? Pero resulta que te sientes impulsado a intentar ser como
alguna otra persona con más conocimientos, mejor aspecto y más
popularidad o éxito que tú, ¿no es así? Querrías ser más virtuoso, más
tierno, más dado a la meditación; querrías encontrar a Dios y acercarte
más a tus ideales. Piensa en la triste historia de tus intentos por
mejorar, que, o bien acabaron fracasando estrepitosamente, o sólo
tuvieron éxito a costa de mucho esfuerzo y mucho dolor. Supongamos
por un momento que has desistido de todo intento de cambiar y de
toda la consiguiente insatisfacción contigo mismo: ¿estarías condenado
entonces a dormirte en los laureles, tras haber aceptado pasivamente
todo cuanto sucede en ti mismo y a tu alrededor?
Creo que, además de las dos alternativas mencionadas (la autoagresiva
no-aceptación de si mismo y la auto-aceptación pasiva y resignada),
hay una tercera alternativa: la auto-comprensión, que dista mucho de
ser fácil, porque el comprender lo que eres exige una completa libertad
respecto a todo deseo de transformarte en algo distinto a lo que eres.
Podrás comprobarlo si comparas, por una parte, la actitud de un
científico que estudia el comportamiento de las hormigas sin la menor
intención de modificarlo y, por otra, la actitud de un domador de perros
que estudia el comportamiento de uno de ellos en orden de hacerle
aprender una cosa determinada. Si lo que tú intentas no es efectuar en
ti ningún cambio, sino únicamente observarte a ti mismo y estudiar tus
reacciones para con las personas y las cosas, sin emitir ningún tipo de
juicio o condena y sin deseo alguno de reformarte, entonces tu
observación será una observación no selectiva, una observación global
y jamás aferrada a conclusiones rígidas, sino siempre abierta y
constantemente nueva. Entonces comprobarás que algo maravilloso
ocurre en tu interior: te verás inundado por la luz del conocimiento y te
sentirás transparente y transformado.
¿Se producirá entonces el cambio? Por supuesto que sí, y no sólo en ti,
sino también en el ambiente que te rodea. Pero el cambio no se deberá
a tu astuto e impaciente ego, que está siempre compitiendo,
comparando, forzando, sermoneando y manipulando con su
intolerancia y sus ambiciones, por lo que está siempre también creando
tensión y conflicto entre ti y la naturaleza, en un proceso agotador y
contraproducente como conducir un auto con el freno echado. No, la
luz transformadora del conocimiento prescinde totalmente de tu egoísta
e intrigante ego y da rienda suelta a la naturaleza para que ésta
produzca el mismo cambio que produce en la rosa, tan natural, tan
grácil, tan espontánea, tan sana, tan ajena a todo conflicto interno...
Y como todo cambio es violento, también la naturaleza será violenta.
Pero lo maravilloso de la violencia de la naturaleza, a diferencia de la
violencia del ego, es que no proviene de la intolerancia, el odio y la
animadversión. No hay ira ni rabia en la riada que lo arrasa todo, ni en
el pez que devora sus crías obedeciendo a unas leyes ecológicas que
desconocemos, ni en las células del cuerpo que se destruyen unas a
otras en interés de un bien superior. Cuando la naturaleza destruye, no
lo hace por ambición, codicia o cosa parecida sino obedeciendo a unas
misteriosas leyes que buscan el bien de todo el universo, por encima
de la supervivencia y el bienestar de alguna de sus partes.
Es esta clase de violencia la que se manifiesta en los místicos que
claman contra ideas y estructuras que se han instalado en sus
respectivas culturas y sociedades, cuando el conocimiento más
profundo de la realidad les hace detectar ciertos males que sus
contemporáneos son incapaces de ver. Es esta violencia la que permite
a la rosa florecer frente a tantas fuerzas hostiles. Y ante esta misma
violencia, la rosa, al igual que el místico, sucumbirá dulcemente
después de haber abierto sus pétalos al sol para vivir, con su frágil y
tierna belleza, totalmente despreocupada de añadir un solo minuto a la
vida que le ha sido asignada. Por eso vive hermosa y feliz como las
aves del cielo y los lirios del campo, sin rastro alguno de desasosiego y
la insatisfacción, la envidia, el ansia y la competitividad que caracterizan
al mundo de los seres humanos, los cuales tratan de dirigir, forzar y
controlar, en lugar de contentarse con florecer en el conocimiento,
dejando todo cambio en manos de la poderosa fuerza de Dios que obra
en la naturaleza.

El video para acompañar la meditación.



http://www.youtube.com/watch?v=nSFKGAQpmi8

viernes, 19 de febrero de 2010

Meditemos para aprender a volver a lo natural

Lo natural es la paz, el amor, la perfeccion tal como funciona el universo...debemos volver a lo natural para recuperar el estado de felicidad...dejar de luchar contra la corriente, como es nuestra costumbre en esta vida...como hacer esto?

MEDITACION 13
"Sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas"
(Mt. 10,16)
Observa la sabiduría que se manifiesta en las palomas, en las flores, en
los árboles y en toda la naturaleza. Es la misma sabiduría que hace por
nosotros lo que nuestro cerebro es incapaz de hacer: que circule
nuestra sangre, que funcione nuestro aparato digestivo, que lata
nuestro corazón, que se dilaten nuestros pulmones, que se inmunice
nuestro organismo y que curen nuestras heridas, mientras nuestra
mente consciente se ocupa de otros asuntos. Esta especie de sabiduría
natural es algo que apenas estamos empezando a descubrir en los
llamados "pueblos primitivos", tan sencillos y sabios como las palomas.
Nosotros, en cambio, que nos consideramos mas avanzados, hemos
desarrollado otra clase de sabiduría, la astucia del cerebro, porque
hemos constatado que podemos perfeccionar la naturaleza y
procurarnos una seguridad, una protección, una duración de vida, una
velocidad y un bienestar insospechados para los pueblos primitivos.
todo ello gracias a un cerebro plenamente desarrollado. el desafío que
se nos presenta consiste, pues, en recobrar la sencillez y la sabiduría
de la paloma sin perder la astucia de nuestro cerebro serpentino.
¿Cómo podemos lograrlo? Comprendiendo algo sumamente
importante, a saber, que siempre que nos esforzamos por perfeccionar
la naturaleza yendo contra ella, estamos dañándonos a nosotros
mismos, porque la naturaleza es nuestro mismo ser. es como si tu
mano derecha luchara contra tu mano izquierda, o tu pie derecho
pisara tu pie izquierdo: ambas manos o ambos pies saldrían perdiendo
y, en lugar de ser creativo y activo y eficaz, te verías encerrado en un
permanente conflicto. Así es como está la mayoría de las personas en
el mundo. Échales un vistazo: están como muertas, carentes de
creatividad, bloqueadas, porque se hallan en conflicto con la
naturaleza, tratando de perfeccionarse a base de ir contra las
exigencias de la misma. En cualquier conflicto entre la naturaleza y tu
cerebro, trata de apoyar a aquella; si la combates, acabará
destruyéndote. El secreto, por tanto, consiste en perfeccionar la
naturaleza en armonía con ella. Pero ¿cómo puedes alcanzar dicha
armonía?
En primer lugar, piensa en un cambio que deseas realizar en tu vida o
en tu personalidad. ¿Estás tratando de forzar ese cambio en tu
naturaleza a base de esfuerzo y de desear ser algo que tu ego ha
proyectado? He aquí la serpiente en pugna con la paloma. ¿O te
contentas, por el contrario, con observar, comprender y ser consciente
de tu situación y tus problemas actuales, sin forzar las cosas que tu ego
desea, dejando que la realidad efectúe los cambios de acuerdo con los
planes de la naturaleza y no con tus propios planes? si es así, entonces
posees el perfecto equilibrio entre la serpiente y la paloma. Echa, pues,
un vistazo a algunos de esos problemas tuyos y de esos cambios que
deseas que se produzcan en ti, y observa cuál es tu proceder al
respecto. Mira cómo tratas de provocar el cambio - tanto en ti como en
los demás- a base de emplear el castigo y la recompensa, la disciplina y
el control, la represión y la culpa, la codicia y el orgullo, la ambición y la
vanidad..., en lugar de hacerlo mediante la acepción amorosa y la
paciencia, la comprensión laboriosa y la consciencia vigilante.
En segundo lugar, piensa en tu cuerpo y compáralo con un animal en
su hábitat natural. El animal nunca tiene exceso de peso, y sólo está en
tensión antes de luchar o volar. Jamás come ni bebe lo que no es
bueno para él. Se ejercita y descansa cuanto necesita. No se expone
más ni menos de lo debido a los elementos naturales (el viento, el sol,
la lluvia, el frío o el calor). Y ello se debe a que el animal escucha su
propio cuerpo y se deja guiar pos la sabiduría del mismo. Compáralo
con tu estúpida astucia. Si tu cuerpo pudiera hablar, ¿qué diría?
Observa la codicia, la ambición, la vanidad y el deseo de aparentar y de
agradar a los demás que te hacen ignorar la voz de tu propio cuerpo,
mientras corres tras objetivos que te propone tu ego. Verdaderamente,
has perdido la sencillez de la paloma.
En tercer lugar, pregúntate cuál es el contacto que tienes con la
naturaleza, con los árboles, la tierra, la hierba, el cielo, el viento, la
lluvia, el sol, las flores, las aves y demás animales... ¿Cuál es tu grado
de exposición a la naturaleza? ¿Hasta qué punto comulgas con ella, la
observas, la contemplas con asombro, te identificas con ella...? Cuando
tu cuerpo está demasiado alejado de los elementos, se marchita, se
vuelve fofo y frágil, porque ha quedado aislado de su fuerza vital.
Cuando estás demasiado alejado de la naturaleza, tu espíritu se seca y
muere, porque ha sido violentamente separado de sus raíces.

Nuestra música de hoy.



http://www.youtube.com/watch?v=YjciQMz_irU

jueves, 18 de febrero de 2010

La naturaleza de la felicidad

Hoy aprenderemos que lo natural es lo que se hace sin esfuerzo, sencillamente ocurre, y nos hace felices sin siquiera saber como...

MEDITACION 12
"cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que
hace tu derecha"
(Mt. 6,3)
Ocurre con la caridad lo mismo que con la felicidad y la santidad: no
puedes decir que eres feliz porque dejarás de serlo en el momento que
seas consciente de tu felicidad. Lo que tú llamas "experiencia de la
felicidad" no es tal, sino la emoción y el estremecimiento causados por
una persona, una cosa o un acontecimiento. La verdadera felicidad es
in-causada. Eres feliz sin razón alguna. Y la verdadera felicidad no
puede ser experimentada. No pertenece al ámbito de la consciencia
sino el de la espontaneidad.
Lo mismo puede decirse de la santidad. En el momento en que seas
consciente de tu santidad, ésta se degradará y se convertirá en
santurronería. Una buena acción nunca es tan buena como cuando no
tienes consciencia de que lo sea; cuando estás tan enamorado de la
acción que no eres consciente de su bondad y su virtud; cuando tu
mano izquierda no tiene ni idea de que tu mano derecha esté haciendo
algo bueno o meritorio; cuando, simplemente, lo haces porque te
parece lo más natural y espontáneo del mundo. Emplea algún tiempo
en tomar consciencia de que toda la virtud que puedas observar en ti
no es virtud en absoluto, sino algo que has cultivado, producido y
hecho madurar en ti de manera artificial. Si fuera auténtica virtud, la
habrías tenido siempre y plenamente, y te resultaría tan natural que ni
siquiera se te ocurriría pensar en ella como en una virtud. De manera
que la primera cualidad de la santidad es su carácter espontáneo.
La segunda cualidad es su facilidad, o no necesidad de realizar esfuerzo
alguno. El esfuerzo puede modificar el comportamiento, pero no puede
modificarte a ti. Fíjate bien: el esfuerzo puede acercar el alimento a tu
boca, pero no puede producir el apetito; puede hacer que te quedes en
la cama, pero no puede producir el sueño; puede hacerte revelar un
secreto a otra persona, pero no puede producir la confianza; puede
obligarte a hacer un cumplido, pero no puede producir la verdadera
admiración; puede realizar actos de servicio, pero no puede producir el
amor o la santidad. Lo más que puedes conseguir a base de esfuerzo
es represión, no verdadero cambio y crecimiento. el cambio es fruto
únicamente del conocimiento y la comprensión. comprende tu
infelicidad, y ésta desaparecerá y dará paso al estado de felicidad.
Comprende tu orgullo, y éste se vendrá abajo y se transformará en
humildad. comprende tus temores y éstos se disolverán, y el estado
resultante será el amor. Comprende tus apegos, y éstos se
desvanecerá, y la consecuencia será la libertad. El amor, la libertad y la
felicidad no son cosas que tú puedas cultivar y producir. Ni siquiera
puedes saber en qué consisten. Lo más que puedes hacer es observar
sus contrarios y, mediante la observación, hacer que éstos
desaparezcan.
Hay una tercera cualidad de la santidad: no puede ser deseada. Si
deseas la felicidad, estarás ansioso por obtenerla y te sentirás
constantemente insatisfecho; y la insatisfacción y la ansiedad matan la
misma felicidad que pretenden conseguir. Si deseas para ti la santidad
estarás alimentando la misma ansia y ambición que te hacen ser tan
egoísta, tan engreído y tan impío.
Hay algo que debes comprender: existen dentro de ti dos distintos
"motores" para el cambio. Uno de ellos es la astucia de tu propio ego,
que te incita a hacer esfuerzos para ser distinto de lo que se supone
que debes ser, de modo que dicho ego pueda esforzarse y
autoensalzarse. El otro motor es la sabiduría de la naturaleza, gracias a
la cual te haces consciente y capaz de comprender. Eso es todo cuanto
tú haces: dejar el cambio - el tipo, la modalidad concreta, la velocidad
y la oportunidad del cambio- en manos de la realidad y de la
naturaleza. El ego es un estupendo técnico. Eso sí, no es creativo. Lo
que hace es coleccionar métodos y técnicas y "producir" personas
supuestamente santas: personas rígidas, consecuentes, mecánicas y
faltas de vida, tan intolerantes para con los demás como para consigo
mismas; personas violentas, que son lo más opuesto que pueda
imaginarse a la santidad y al amor; esa clase de personas "espirituales"
que, conscientes de su espiritualidad, son capaces de crucificar al
Mesías.
La naturaleza, en cambio, no es técnica, sino creativa. Dejarás de ser
un astuto técnico y pasarás a ser creador el día en que domine en ti el
verdadero abandono, es decir, la ausencia de codicia, de ambición, de
ansiedad y de obsesión por el esfuerzo, la ganancia, el triunfo y el
éxito. El día en que no tengas más que una profunda, viva, penetrante
y vigilante consciencia que haga desaparecer de ti toda necedad y
egoísmo, todos tus apegos y tus miedos. Los cambios que resulten no
serán producto de tus proyectos y esfuerzos, sino fruto de la
naturaleza, que desdeña tus planes y tu voluntad que
consiguientemente no da cabida a sentido alguno del mérito o del
esfuerzo, ni siquiera al conocimiento por parte de tu mano izquierda de
lo que la realidad está haciendo por medio de tu mano derecha.

La musica de hoy para acompañar nuestra meditacion.




http://www.youtube.com/watch?v=awH_oqctSXQ

miércoles, 17 de febrero de 2010

Aprende a liberar tu mente de los apegos

Hoy seguiremos trabajando los apegos, que es lo que nos encadena en este mundo.

MEDITACION 11
"Se le acercaron sus discípulos y le señalaron ls construcciones del templo, pero él les dijo: ¿Veis todo esto? Os aseguro que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derruida" (Mt. 24,1-2)
Imagínate a una persona gordísima y grasienta. En algo así puede llegar a convertirse tu mente: en algo tan gordo y grasiento, tan pesado y lento, que sea incapaz de pensar, de observar, de explorar, de descubrir... Mira a tu alrededor y verás cómo la mayoría de las mentes están así: torpes, dormidas, protegidas por "capas de grasa", deseando no ser molestadas ni sacudidas de su modorra.
¿Que son esas "capas de grasa"? Son tus creencias, las conclusiones a que has llegado acerca de personas y cosas, tus hábitos y tus apegos.
Tus años de formación deberían haberte servido para eliminar esas "capas" y liberar tu mente. En cambio tu sociedad y tu cultura, que han recubierto tu mente con dichas adiposidades, te han enseñado a no verlas siquiera, a refugiarte en el sueño y a dejar que otras personas - los expertos: los dirigentes políticos, culturales y religiosos - piensen por ti. De ese modo, han conseguido abrumarte con el peso de una autoridad y una tradición intangibles e incontestables.
Veamos esas "capas" una por una. La primera son tus creencias. Si tu manera de vivir viene determinada por tu condición de comunista o de capitalista, de musulmán o de judío, estarás experimentando la vida de un modo parcial y sesgado; hay entre ti y la realidad una barrera, una
"capa de grasa" que te impide ver y tocar directamente dicha realidad.
La segunda "capa" la constituyen tus ideas. Si te aferras a una idea acerca de alguna persona, entonces ya no amas a esa persona, sino que amas tu idea acerca de ella. Cuando la ves hacer o decir algo, o comportarse de una determinada manera, le pones una etiqueta: "es tonta", "es torpe", "es cruel", "es simpática"... Y entonces ya has puesto una pantalla, una "capa de grasa" entre ti y esa persona; y cuando vuelvas a encontrarte con ella, la verás en función de esa idea que te has formado, aun cuando ella haya cambiado. Observa cómo es precisamente esto lo que has hecho con casi todas las personas que conoces.
La tercera "capa" son los hábitos. El hábito o la costumbre es algo esencial en la vida humana. no podríamos caminar, hablar o conducir un auto si no tuviéramos el hábito de hacerlo. Pero los hábitos deben limitarse al ámbito de las cosas "mecánicas", y no deberían invadir los terrenos del amor o de la visión. A nadie le gusta ser amado "por costumbre". No te has sentado nunca a la orilla del mar, hechizado por la majestad y el misterio del océano? El pescador mira todos los días el océano sin caer en cuenta de su grandeza. ¿por qué? Por el efecto embotador de una "capa de grasa" llamada "hábito". Te has formado una idea estereotipada acerca de todas las cosas que ves y, cuando tropiezas con ellas, no eres capaz de verlas en toda su cambiante novedad y frescor; lo único que ves es la misma idea insípida, espesa y aburrida que te has habituado a tener de ellas. Y así es como tratas y te relacionas con las personas y las cosas: sin frescor ni novedad de ningún tipo, sino de esa forma torpe y rutinaria generador la costumbre. Eres incapaz de mirar de una manera más creativa, porque, al haber adquirido el hábito de tratar con el mundo y con la gente, puedes activar el "piloto automático" de tu mente e irte a dormir.
La cuarta "capa", formada por tus apegos y tus miedos, es la más fácil de ver. Recubre con una espesa capa de apego o de miedo (y de aversión, por consiguiente) cualquier cosa o persona, y en ese mismo instante dejarás de ver a esa cosa o persona como realmente es. Y para comprobar cuán cierto es esto, basta con que recuerdes a algunas de las personas que te desagradan o temes, o a las que te sientes apegado.
¿Ves ahora hasta qué punto estás encerrado en una prisión creada por las creencias y tradiciones de tu sociedad y tu cultura y por las ideas, prejuicios, apegos y miedos producidos por tus experiencias pasadas?
Hay una serie de muros que rodean tu prisión, de forma que te resulta casi imposible evadirte de ella y entrar en contacto con toda la riqueza de vida y de amor que hay en el exterior. Y, sin embargo, lejos de ser imposible, es realmente fácil y grato. ¿Qué hay que hacer? Cuatro cosas:
Primera: reconoce que estás encerrado entre los muros de una prisión y que tu mente se ha quedado dormida. A la mayoría de las personas ni siquiera se les ocurre verlo, por lo que viven y mueren "encarceladas". Y la mayoría también acaba siendo conformista y adaptándose a la vida de dicha prisión. Algunos salen "reformados" y luchan por unas mejores condiciones de vida en la prisión: una mejor iluminación, una mejor ventilación... Y casi nadie se decide a ser un rebelde, un revolucionario que eche abajo los muros de la prisión. Sólo podrás ser revolucionario cuando consigas ver, antes que nada, dichos muros.
Segunda: contempla los muros; emplea horas enteras simplemente en observar tus ideas, tus hábitos, tus apegos, tus miedos, sin emitir juicio ni condena de ningún tipo. Limítate a mirarlos, y se derrumbarán.

Tercera: emplea también algún tiempo en observar las cosas y personas que te rodean. Mira, como si lo hicieras por primera vez, el rostro de un amigo, una hoja, un árbol, el vuelo de un pájaro, el comportamiento y las peculiaridades de las personas que te rodean... Mira todas esas cosas de veras, y seguro que habrás de verlas tal como son en realidad, sin el efecto embotador y deformante de tus ideas y hábitos.
Cuarta (y más importante): siéntate tranquilamente y observa cómo funciona tu mente, de la que brota sin cesar un flujo de pensamientos, sensaciones y reacciones. Dedica largos ratos a observarlo todo ello del mismo modo en que contemplas un río o una película. No tardarás mucho en descubrir que es aún más interesante, vivificante y liberador. Después de todo, ¿acaso puedes afirmar que estás vivo si ni siquiera eres consciente de tus propios pensamientos y reacciones? Se dice que la vida inconsciente no merece ser vivida. Podría afirmarse que ni siquiera puede ser llamada "vida", porque es una existencia mecánica, de "robot"; porque se parece más al sueño, a la falta de sentido, a la muerte... y sin embargo, es esto lo que la gente llama "vida humana".
Así pues, mira, observa, examina, explora... y tu mente se hará viva, eliminará su "grasa" y se tornará perspicaz, despierta y activa. Los muros de tu prisión se desplomarán hasta que no quede piedra sobre piedra, y tú te verás agraciado con la visión nítida y sin obstáculos de las cosas tal como son, con la experiencia directa de la realidad.

Nada mejor que una buena música, para la meditación.






http://www.youtube.com/watch?v=43yvlrNl3Xc

martes, 16 de febrero de 2010

Sigamos meditando en los desapegos

Hoy seguiremos meditando en los desapegos, ya que es la clave dela libertad y la felicidad.

MEDITACION 10
"Maestro, ¿qué debo hacer de bueno para alcanzar la vida
eterna?
(Mt. 19,16)
Imagina que te encuentras en una sala de conciertos escuchando los
compases de la más melodiosa de las músicas y que, de pronto,
recuerdas que se te ha olvidado dejar cerrado el automóvil. Comienzas
a preocuparte y ni puedes salir de la sala ni disfrutar de la música. He
ahí una perfecta imagen de la forma que tienen que vivir la vida la
mayoría de los seres humanos.
Porque la vida, para quienes tienen oídos para oír, es una sinfonía;
pero es rarísimo el ser humano que escucha la música. ¿Por qué?
Porque la gente está demasiado ocupada en escuchar los ruidos que
sus circunstancias y su "programación" han introducido en su cerebro.
Por eso,,, y por algo más: sus apegos. El apego es uno de los
principales asesinos de la vida. Para escuchar de veras la sinfonía hay
que tener el oído lo bastante sensible como para sintonizar con cada
uno de los instrumentos de la orquesta. si únicamente disfrutas con los
instrumentos de percusión, no escucharás la sinfonía, porque la
percusión te impedirá captar el resto de los instrumentos . lo cual no
significa que no puedas preferir dicho sonido, o el de los violines, o el
piano, porque la mera preferencia por uno de los instrumentos no
reduce tu capacidad de escuchar y disfrutar de los demás. Pero, en el
momento en que tu preferencia se convierta en "apego", te harás
insensible a los restantes sonidos y no podrás evitar el minusvalorarlo.
Tu apego excesivo a un determinado instrumento te cegará, porque le
concedes un valor desproporcionado.
Fíjate ahora en una persona o cosa por la que experimentes un apego
excesivo: alguien o algo a quien hayas concedido el poder de hacerte
feliz o desdichado. Observa cómo - debido a tu empeño en conseguir a
esa persona o cosa- pierdes sensibilidad con relación al resto del
mundo. te has insensibilizado. ten el coraje de ver cuán parcial y ciego
te has vuelto ante ese objeto de tu apego.
Si eres capaz de verlo, experimentarás el deseo de liberarte de dicho
apego. El problema es: ¿cómo hacerlo? La mera renuncia o el simple
alejamiento no sirven de nada, porque el hacer desaparecer el sonido
de la percusión volverá a hacerte tan duro e insensible como lo eras
cuando te fijabas únicamente en dicho sonido. Lo que necesitas no es
renunciar, sino comprender, tomar consciencia. Si tus apegos te han
ocasionado sufrimiento y aflicción, ésa es una buena ayuda para
comprender. Si, al menos una vez en la vida has experimentado el
dulce sabor de la libertad y la capacidad de disfrutar la vida que
proporciona la falta de apegos, eso te será igualmente útil. también
ayuda el percibir conscientemente el sonido de los demás instrumentos
de la orquesta. Pero lo verdaderamente insustituible es tomar
consciencia de la pérdida que experimentas cuando sobrevalora la
percusión y te vuelves sordo al resto de la orquesta.
El día en que esto suceda y se reduzca tu apego a la percusión, ese día
ya no dirás a tu amigo: "¡Qué feliz me has hecho!". Porque al decírselo,
lo que haces es halagar su "ego" e inducirle a querer agradarte de
nuevo, además de engañarte a ti mismo creyendo que tu felicidad
depende de él. Lo que le dirás más bien será: "Cuando tú y yo nos
encontramos ha brotado la felicidad". Lo cual hace que la felicidad no
quede contaminada por su "ego" ni por el tuyo, porque ninguno de los
dos puede atribuirse el mérito de la misma. Y ello os permitirá a ambos
separaros sin ningún tipo de apego excesivo y experimentar lo que
vuestro mutuo encuentro ha producido, porque ambos habréis
disfrutado, no el uno del otro, sino de la sinfonía nacida de vuestro
encuentro. Y cuando tengas que pasar a la siguiente situación, persona
u ocupación, lo harás sin ningún tipo de sobrecarga emocional, y
experimentarás el gozo de descubrir que en esa siguiente situación, y
en la siguiente, y en cualesquiera situaciones sucesivas, brota también
la sinfonía, aunque la melodía sea diferente en cada caso.
En adelante, podrás ir pasando de un momento a otro de la vida
plenamente absorto en el presente, llevando contigo tan poca carga del
pasado que tu espíritu podría pasar a través del ojo de una aguja; tan
escasamente afectado por la preocupación acerca del futuro como las
aves del cielo y los lirios del campo. Ya no estarás apegado a ninguna
persona o cosa, porque habrás desarrollado el gusto por la sinfonía de
la vida. Y amarás únicamente la vida y te apasionarás por ella con todo
tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus
fuerzas. Y te encontrarás tan ligero de equipaje y tan libre como un
pájaro en el cielo, viviendo siempre en el "ahora eterno". Entonces
habrás descubierto en tu corazón la respuesta a la pregunta: "Maestro,
¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?"




http://www.youtube.com/watch?v=RLGHUe1OxNU

lunes, 15 de febrero de 2010

Liberate de los apegos, miedos y creencias que no te dejan crecer

Hoy, algo más sobre el verdadero amor...para que en esta semana del amor puedas crecer en este aspecto y por fin veas la luz de la felicidad brillando en tí.

MEDITACION 8: Liberarse de los Apegos, Miedos y Creencias que no te permiten crecer.

"He venido a este mundo para un juicio: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos". (Jn 9,39) Se dice que el amor es ciego. Pero ¿lo es de veras? De hecho, nada hay en el mundo tan clarividente como el amor. Lo que es ciego no es
el amor, sino el apego: ese estado de obcecación que proviene de la
falsa creencia de que algo o alguien es del todo necesario para ser
feliz. ¿Tienes algún apego de esa clase? ¿Hay cosas o personas sin las que, equivocadamente, creas que no puedes ser feliz?.

Haz una lista de ellas ahora mismo, antes de que pasemos a ver de qué manera exactamente te ciegan.

Imagínate a un político que está convencido de que no puede ser feliz si no alcanza el poder: la búsqueda del poder va a endurecer su sensibilidad para el resto de su vida. Apenas tiene tiempo para dedicarlo a su familia y sus amigos. De pronto, ve a todos los seres humanos -y reacciona ante ellos- en función de la ayuda o amenaza que pueden suponer para su ambición. Y los que no suponen ninguna de las dos cosas ni siquiera existen para él. Si, además de esta ansia de poder, está apegado a otras cosas, como el sexo o el dinero, el pobre hombre será tan selectivo en sus percepciones que casi puede afirmarse que está ciego. Esto es algo que ve todo el mundo, excepto él mismo. Y es también lo que conduce al rechazo del Mesías, al rechazo de la verdad, la belleza, y la bondad. En otras palabras rechazas tu propio desarrollo, tu salvación plena, porque uno se ha hecho ciego para percibirlas. Imagínate ahora a ti mismo escuchando una orquesta cuyos timbales suenan tan fuerte que hacen que no se oiga nada más. Naturalmente, para disfrutar de una sinfonía tienes que poder oír cada uno de los instrumentos.

Del mismo modo, para vivir en ese estado que llamamos "amor" tienes que ser sensible a la belleza y al carácter único de cada una de las cosas y personas que te rodean. Difícilmente podrás decir que amas aquello que ni siquiera ves; y si únicamente ves a unos cuantos seres, pero excluyes a los otros, eso no es amor ni nada que se le parezca, porque el amor no excluye absolutamente a nadie, sino que abraza la vida entera: el amor escucha la sinfonía como un todo, y no únicamente tal o cual instrumento. Detente ahora por unos instantes y observa cómo tus apegos -al igual que el apego del político al poder, o el del hombre de negocios al dinero- te impiden apreciar debidamente la sinfonía de la vida. O tal vez prefieras verlo de esta otra manera: existe una enorme cantidad de información que, procedente del mundo que te rodea, afluye hacia ti a través de los sentidos, los tejidos y los diversos órganos de tu cuerpo; pero tan sólo una pequeña parte de esa información consigue llegar a tu mente consciente. Es algo parecido a lo que ocurre con la inmensa cantidad de "feed-back" que se envía al Presidente de una nación: Sólo una mínima parte de la misma llega hasta él, porque alguien en su entorno se encarga de filtrar y de tamizar dicha información. ¿Quién decide, pues, lo que finalmente, de entre todo el material que te llega del mundo circundante, se abre camino hasta tu mente consciente?

Hay tres filtros que actúan de manera determinante: tus apegos, tus creencias y tus miedos.
En primer lugar, tus apegos: inevitablemente, siempre prestarás atención a lo que favorece o pone en peligro dichos apegos, y fingirás no ver lo demás. Lo demás no te interesará más de cuanto pueda interesarle al avaro hombre de negocios cualquier cosa que no suponga hacer dinero.
En segundo lugar, tus creencias: piensa por un momento en el individuo fanático que tan sólo se fija en aquello que confirma lo que él cree y apenas percibe cuanto pueda ponerlo en entredicho, y comprenderás lo que tus creencias suponen para ti.
Finalmente tus miedos: si supieras que ibas a ser ejecutado dentro de una semana, tu mente se centraría exclusivamente en ello y no podrías pensar en otra cosa. Esto es lo que hacen los miedos: fijar tu atención en determinadas cosas, excluyendo todas las demás. Piensa equivocadamente que tus miedos te protegen, que tus creencias te han hecho ser lo que eres y que tus apegos hacen de tu vida algo apasionante y firme. Y no ves, sin embargo, que todo ello constituye una especie de pantalla o filtro entre ti y la sinfonía de la vida. Naturalmente, es del todo imposible ser plenamente consciente de todas y cada una de las notas de dicha sinfonía. Pero, si logras mantener tu espíritu libre de obstáculos y tus sentidos abiertos, comenzarás a percibir las cosas tal como realmente son y a establecer una interacción mutua con la realidad, y quedarás cautivado por la armonía del universo. Entonces comprenderás lo que es Dios, porque al fin habrás entendido lo que es el amor.

Míralo de este modo: tú ves a las personas y las cosas, no tal como ellas son, sino tal como eres tú. Si quieres verlas tal como ellas son, debes prestar atención a tus apegos y a los miedos que tales apegos engendran. Porque, cuando encaras la vida, son esos apegos y esos miedos los que deciden qué es lo que tienes que ver y lo que tienes que ignorar. Y sea cual sea lo que veas, ello va a absorber tu atención. Ahora bien, como tu mirar es selectivo, tienes una visión engañosa de las cosas y las personas que te rodean. Y cuanto más se prolongue esa visión deformada, tanto más te convencerás de que ésa es la verdadera imagen del mundo, porque tus apegos y tus miedos no dejan de procesar nuevos datos que refuercen dicha imagen. Esto es lo que da origen a tus creencias, las cuales no son sino formas fijas e inmutables de ver una realidad que, de por sí, no es fija ni inmutable, sino móvil y en constante cambio. Cuántas veces habrás oído decir al alguien: “si un gato negro se cruza en tu camino te irá mal”. Así pues, el mundo con el que te relacionas y al que amas no es ya el mundo real, sino un mundo creado por tu propia mente. Sólo cuando consigas renunciar a tus creencias, a tus miedos y a los apegos que los originan, te verás libre de esa insensibilidad que te hace ser tan sordo y tan ciego para contigo mismo y para con el mundo.


Nada más lindo que el concierto de aranjuez, para tu meditación de hoy.



domingo, 14 de febrero de 2010

Como renunciar a los apegos para ser libres y felices

MEDITACION 9.


"Arrepentíos, porque el reino de Dios está cerca" (Mt. 4,17) Imagina que tienes un receptor de radio que, por mucho que gires el dial, sólo capta una emisora. Por otra parte, no puedes controlar el volumen: unas veces, el sonido apenas es audible; otras, es tan fuerte que te destroza los tímpanos. Y, además, es imposible apagarla y, aunque a veces suena bajo, de pronto se pone a sonar estruendosamente cuando lo que quieres es descansar y dormir. ¿Quién puede soportar una radio que funciona de semejante modo?

Sin embargo, cuando tu corazón se comporta de un modo parecido, no sólo lo soportas sino que lo consideras normal y hasta humano. Piensa en las numerosas veces que te has visto zarandeado por tus emociones, que has sufrido accesos de ira, de depresión, de angustia, cuando tu corazón se ha empeñado en conseguir algo que no tenías, o en aferrarte a algo que poseías, o en evitar algo que no deseabas. Estabas enamorado, por ejemplo, y te sentías rechazado o celoso; de pronto, toda tu mente y tu corazón empezaron a centrarse exclusivamente en este hecho, y el banquete de la vida se troncó en cenizas en tu boca. O estabas empeñado en ganar las elecciones, y el fragor el combate te impedía escuchar el canto de los pájaros: tu ambición ahogaba cualquier sonido que pudiera "distraerte". O te enfrentabas a la posibilidad de haber contraído una grave enfermedad, o a la pérdida de un ser querido, y te resultaba imposible concentrarte en cualquier otra cosa...en suma, en el momento en que te dejas atrapar por un apego, deja de funcionar ese maravilloso aparato que llamamos "corazón humano". Si deseas reparar tu aparato de radio, tienes que estudiar radioelectrónica. Si deseas reformar tu corazón, tienes que tomarte tiempo para pensar seriamente en cuanto a verdades libertadoras. Pero antes elige algún apego que te resulte verdaderamente inquietante, algo a lo que estés aferrado, algo que te inspire temor, algo que ansíes vehementemente... y ten presente ese apego mientras escuchas tales verdades.

Primera verdad: debes escoger entre tu apego y la felicidad. No puedes tener ambas cosas. En el momento en que adquieres un apego, tu corazón deja de funcionar como es debido, y se esfuma tu capacidad de llevar una existencia alegre, despreocupada y serena. Comprueba cuán verdadero es esto si lo aplicas al apego que has elegido.

Segunda verdad: ¿de dónde te vino ese apego? No naciste con él, sino que brotó de una mentira que tu sociedad y tu cultura te han contado, o de una mentira que te has contado tú a ti mismo, a saber, que sin tal cosa o tal otra, sin esta persona o la de más allá, no puedes ser feliz. Simplemente, abre los ojos y comprueba la falsedad de semejante
aserto. Hay centenares de personas que son perfectamente felices sin esa persona o esa circunstancia que tu tanto ansías y sin la cual estás convencido de que no puedes ser feliz. Así pues, elige entre tu apego y tu libertad y felicidad.

Tercera verdad: si deseas estar plenamente vivo, debes adquirir y desarrollar el sentido de la perspectiva, de la amplitud. La vida es infinitamente más grande que esa nimiedad a la que tu corazón de ha apegado y a la que tú has dado el poder de alterarte de ese modo. Una nimiedad, si, porque si vives lo suficiente, es muy fácil que algún día esa cosa o persona dejen de importarte... y hasta puede que ni siquiera te acuerdes de ella, como podrás comprobar por tu experiencia. Hoy mismo, apenas recuerdes aquellas tremendas tonterías que tanto te inquietaron en el pasado y que ya no te afectan en lo más mínimo.

Y llegamos a la cuarta verdad, que te lleva a la inevitable conclusión de que ninguna cosa o persona que no seas tú tiene el poder de hacerte feliz o desdichado. Seas o no consciente de ello, eres tú, y nadie más que tú, quien decide ser feliz o desdichado, según te aferres o dejes de aferrarte al objeto de tu apego en una situación dada. En anteriores publicaciones hemos insistido en esta idea: tú tienes todo para ser feliz, para lograr plenitud y bienestar en tu vida, busca en tu interior... abandona todo aquello que te hace desdichado.

Si reflexionas sobre estas verdades, puede que tomes consciencia de que tu corazón se resiste a ellas o que, por el contrario, busca razones en su contra y se niega a tomarlas en consideración. Será señal de que tus apegos no te han hecho sufrir lo bastante como para desear realmente reparar tu "radio espiritual". También es posible que tu corazón no se resista a dichas verdades; en tal caso, alégrate de ello: es señal de que el arrepentimiento, la "remodelación" de tu corazón, ha comenzado, y de que, al fin, el reino de Dios - la vida reconfortantemente despreocupada de los niños- se ha puesto a tu
alcance, y que estás a punto de tocarlo con los dedos y tomar posesión de él.

Aqui el video para acompañar tu meditación