viernes, 12 de marzo de 2010

Si la luz esta en ti...para que seguir buscando fuera.

Esperamos que despues de tanta meditación hermosa, hayas descubierto la luz en ti...hoy cerramos el ciclo de meditaciones y comenzaremos a ver Terapias Alternativas, para contar con herramientas para sanar tambien nuestro cuerpo...los esperamos en este nuevo paso hacia la Luz.

MEDITACION 31
"Por eso, estad también vosotros preparados, porque cuando
menos lo esperéis vendrá el Hijo del hombre"
(Mt 24,44)
Tarde o temprano brota en todo corazón humano el deseo de santidad,
de espiritualidad, de Dios, o como se quiera llamar. Oímos a los
místicos hablar de una divinidad que les envuelve por todas partes, que
está a nuestro alcance y que, si fuéramos capaces de descubrirla,
podría hacer que nuestras vidas tuvieran sentido y fueran ricas y
hermosas. La gente tiene una vaga idea a ese respecto, y por ello lee
libros y consulta a los gurús tratando de averiguar qué es lo que deben
hacer para obtener esa cosa tan esquiva que llamamos "santidad" o
"espiritualidad". Para lo cual prueban toda clase de métodos, técnicas,
ejercicios espirituales y fórmulas... y, al cabo de años de inútiles
esfuerzos, acaban desanimados y confundidos y se preguntan en qué
se habrán equivocado. Y, por lo general, se culpan a sí mismos: Si
hubieran practicado las técnicas con mayor regularidad, si hubieran
sido más fervorosos o más generosos..., lo habrían logrado. ¿lograr
qué? De hecho, no tienen muy claro en qué consiste esa santidad que
andan buscando, aunque sí saben, ciertamente, que sus vidas siguen
siendo un fracaso y que ellos siguen siendo unos seres angustiados,
inseguros, llenos de miedo, resentidos, despiadados, avaros,
ambiciosos y manipuladores. Por eso vuelven a emprender, con
renovado ímpetu, el esfuerzo y el trabajo que creen imprescindibles
para alcanzar su objetivo.
Nunca se han parado a considerar algo tan simple como es el hecho de
que sus esfuerzos no van a llevarles a ninguna parte. Lo único que van
a conseguir con sus esfuerzos es empeorar las cosas, del mismo modo
que empeoran las cosas al intentar apagar un fuego con más fuego. El
esfuerzo no produce el crecimiento sea cual sea la forma que adopte
(la fuerza, la costumbre, una determinada técnica o un determinado
ejercicio espiritual), el esfuerzo no origina el cambio. A lo más conduce
a la represión y a encubrir el verdadero mal.
El esfuerzo si puede modificar la conducta, pero no cambia a la
persona. Piensa en la mentalidad que subyace a la pregunta: "¿Qué
debo hacer para alcanzar la santidad?". Es algo así como preguntar
"¿Cuánto dinero tengo que gastar para comprar tal cosa?, ¿qué
sacrificio debo hacer?, ¿a qué disciplina tengo que someterme?, ¿qué
clase de meditación debo practicar para obtenerlo?..." Imagínate a un
hombre que deseara obtener el amor de una mujer y, para ello, tratara
de mejorar su apariencia, reconstruir su cuerpo, cambiar su conducta y
practicar técnicas de seducción...
De hecho, no vas a conseguir el amor de los demás a base de practicar
técnicas, sino a base de ser una determinada clase de persona. Y esto
no se logra con esfuerzos ni con técnicas de ningún tipo. Lo mismo
sucede con la espiritualidad y la santidad. No dependen de lo que
hagas (no se trata de una mercancía que pueda comprarse ni de un
premio que pueda ganarse); depende de lo que seas.
La santidad no es un logro, es una gracia. Una Gracia llamada
consciencia, visión, observación, comprensión... Sólo con que
encendieras la luz de la consciencia y te observaras a ti mismo y cuanto
te rodea a lo largo del día; sólo con que te vieras reflejado en el espejo
de la consciencia del mismo modo que ves a tu rostro reflejado en un
espejo de cristal, es decir, con fidelidad y claridad, tal como eres, sin la
menor distorsión ni el menor añadido, y observaras dicho reflejo sin
emitir juicio ni condena de ningún tipo, experimentarías los
maravillosos cambios de toda clase que se producen en ti. Lo que
ocurre es que no puedes controlar dichos cambios, ni eres capaz de
planificarlos de antemano ni de decidir cómo y cuándo tienen que
producirse. Es esta clase de consciencia que no emite juicios la única
capaz de sanarte, de cambiarte y de hacerte crecer. Pero lo hace a su
manera y a su tiempo.
¿De qué debes ser consciente concretamente? De tus reacciones y de
tus relaciones. Cada vez que estás en presencia de una persona (la que
sea y en la situación en que sea), tienes toda clase de reacciones,
positivas y negativas. Estudia esas reacciones, observa cuáles son
exactamente y de dónde provienen, sin reconvención o culpabilización
de ningún tipo, incluso sin deseo alguno, y, sobre todo, sin tratar de
cambiarlas. Eso es todo lo que hace falta para que brote la santidad.
Pero ¿no constituye la consciencia en sí misma un esfuerzo? No, si la
has percibido aunque no sea más que una vez. Porque entonces
comprenderás que la consciencia es un placer: el placer de un niño que
sale asombrado a descubrir el mundo; porque, incluso cuando la
consciencia te hace descubrir en ti cosas que te desagradan, siempre
ocasiona liberación y gozo. Y entonces sabrás que la vida inconsciente
no merece ser vivida, porque está excesivamente llena de oscuridad y
de dolor.
Si al principio sientes pereza en practicar la consciencia, no te
violentes. Sería un esfuerzo más. Limítate a ser consciente de tu
pereza, sin juzgar ni condenar. Comprenderás entonces que la
consciencia requiere el mismo esfuerzo que el que tiene que realizar un
enamorado para acudir junto a su amada, o un hambriento para comer,
o un montañero para escalar la montaña de sus sueños; tal vez haya
que emplear mucha energía, tal vez sea incluso penoso, pero no es
cuestión de esfuerzo; ¡es hasta divertido! en otras palabras, la
consciencia es una actividad muy fácil.
Pero ¿te va a proporcionar la consciencia la santidad que tanto
anhelas? Si y no. de hecho, nunca lo sabrás, porque la verdadera
santidad, la que no se obtiene a base de técnicas, de esfuerzos, y de
represión, es absolutamente espontánea. jamás vas a tener la menor
consciencia de que se da en ti. Por lo demás, no debes preocuparte,
porque la misma ambición de ser santo se desvanecerá en cuanto
vivas, momento a momento, una vida plena, feliz y transparente
gracias a la consciencia. Te basta con estar vigilante y despierto, por
que así tus ojos verán al Salvador. No te hace falta absolutamente nada
más: ni la seguridad, ni el amor, ni el pertenecer a alguien, ni la
belleza, ni el poder, ni la santidad, ni ninguna otra cosa tendrán ya
importancia.

Y cerramos el ciclo de meditación con este hermoso video, con música de un gran iluminado...Motzart. Esperamos nos sigan acompañando en este camino de búsqueda de nuestra Luz interior.



http://www.youtube.com/watch?v=OdqyJYLXzW4

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