miércoles, 10 de marzo de 2010

Meditemos para encender nuestra lámpara.

Meditemos en la luz..en nuestra capacidad para ver-claro o clarividencia, que es la base para conocer nuestra verdadera realidad...

MEDITACION 30
"La lámpara de tu cuerpo es tu ojo; si tu ojo está sano, todo tu
cuerpo estará luminoso; pero, si está enfermo, tu cuerpo
estará a oscuras"
(Lc. 11 , 34)
Pensemos que el mundo se salvaría si tan sólo fuéramos capaces de
generar mayores dosis de buena voluntad y tolerancia. Lo cual es falso.
Lo que puede salvar al mundo no es la buena voluntad o la tolerancia,
sino la clarividencia. ¿De qué sirve que seas tolerante con los demás si
estás convencido de que eres tú quien tiene la razón y de que quienes
no piensan como tú están equivocados? Eso no es tolerancia, sino
condescendencia. Eso no lleva a la unión de los corazones, sino a la
división, porque tú te colocas arriba y pones a los demás abajo: unas
posiciones que sólo pueden dar lugar a un sentido de superioridad por
tu parte y a un resentimiento por parte de tus semejantes, originando
con ello una mayor tolerancia.
La verdadera tolerancia brota únicamente de una viva consciencia de la
profunda ignorancia que a todos nos aqueja en relación con la verdad.
Porque la verdad es, esencialmente, misterio. La mente puede sentirla,
pero no comprenderla, y menos aún formularla. Nuestras creencias
pueden vislumbrarla, pero no expresarla con palabras. A pesar de lo
cual, la gente habla con entusiasmo del valor del diálogo, el cual, en el
peor de los casos, es un intento camuflado de convencer al otro de la
rectitud de tu propia postura, y en la mejor de las hipótesis te impedirá
parecerte a una rana en su charca, que piensa que ésta (la charca) es
el único mundo que existe.
¿Qué ocurre cuando se reúnen ranas de diferentes charcas para
dialogar acerca de sus convicciones y experiencias? Ocurre que sus
horizontes se ensanchan hasta el punto de admitir la existencia de
otras charcas distintas de la propia. Pero aún no tienen la menor
sospecha de que existe un océano de verdad que no puede ser
encerrado dentro de los límites de sus charcas conceptuales. Y
nuestras pobres ranas siguen divididas y hablando en términos de tuyo
y mío: tus experiencias, tus convicciones, tu ideología... y las mías. El
compartir fórmulas no enriquece a quienes las comparten, porque las
fórmulas, al igual que los límites de las charcas, dividen; sólo el océano
ilimitado une. Ahora bien, para llegar a ese océano de verdad que no
conoce los límites de las fórmulas, es esencial poseer el don de la
clarividencia.
¿Qué es la clarividencia y cómo se obtiene? Lo primero que debes
saber es que la clarividencia no requiere demasiados conocimientos. Es
algo tan simple que está al alcance de un niño de diez meses. No
requiere conocimientos, sino ignorancia; no requiere talento, sino valor.
Lo comprenderás si piensas en un niño en brazos de una vieja y fea
criada. El niño es demasiado joven para haber adquirido los prejuicios
de sus mayores. Por eso, cuando se encuentra cálidamente instalado
en los brazos de esa mujer, no está respondiendo a ningún tipo de
"clichés" mentales (clichés como "mujer blanca - mujer negra", "fea -
guapa", "vieja-joven", "madre-criada", etc.), sino que está
respondiendo a la realidad. Esa mujer satisface la necesidad que el niño
tiene de amor, y es a esta realidad a la que el niño responde, no al
nombre, la apariencia, la religión o la raza de la mujer. Todas estas
cosas son para él absolutamente irrelevantes. El niño carece todavía de
creencias y de prejuicios. Éste es el medio en el que puede dase la
clarividencia, y para obtenerla hay que olvidarse de todo cuanto se ha
aprendido y adquirir la mente del niño, libre de esas experiencias
pasadas y esa "programación" que tanto oscurece nuestra forma de ver
la realidad.
Mira en tu interior, estudia tus reacciones frente a las personas y las
situaciones, y sentirás horror al descubrir la cantidad de prejuicios que
subyacen a tus reacciones. Casi nunca respondes a la realidad concreta
de la persona o cosa que tienes delante. A lo que respondes es a una
serie de principios, ideologías y creencias económicas, políticas,
religiosas y psicológicas; a un montón de ideas preconcebidas y de
prejuicios, tanto positivos como negativos. Considera, una por una,
cada persona, cada cosa, y cada situación, y trata de averiguar cuál es
tu predisposición con respecto a cada una de ellas, separando la
realidad respectiva de tus percepciones y proyecciones programadas.
Este ejercicio te proporcionará una revelación tan divina como
cualquiera de las que pueda proporcionarte la Escritura.
Pero no son los prejuicios y las creencias los únicos enemigos de la
clarividencia. Hay otra pareja de enemigos llamados "deseo" y "miedo".
Para que el pensamiento esté incontaminado de toda emoción, y
concretamente de deseo, de miedo y de egoísmo, se requiere una
ascesis verdaderamente aterradora. Las personas creen
equivocadamente que su pensamiento es producto de su mente; en
realidad es producto de su corazón, que primero dicta una determinada
conclusión y luego ordena a la mente que elabore el razonamiento con
que poder apoyarla. He aquí, pues, otra fuente de revelación divina.
Examina algunas de las conclusiones a las que has llegado y
comprueba cómo han sido adulteradas por tu egoísmo. Esto vale para
cualquier conclusión, a no ser que la consideres provisional. Fíjate cuán
estrechamente te aferras a tus conclusiones relativas a las personas,
por ejemplo. ¿Acaso están esos juicios completamente libres de toda
emoción? Si así lo crees, es muy probable que no te hayas fijado
suficientemente.
Ésta es, precisamente, la principal causa de los desacuerdos y las
divisiones que se dan entre naciones y entre individuos. tus intereses
no coinciden con los míos, y por esos tu pensamiento y tus
conclusiones tampoco concuerdan con los míos. ¿Cuantas personas
conoces cuya manera de pensar, al menos en ocasiones, se oponga a
sus intereses? ¿Cuantas veces has conseguido colocar una barrera
insalvable entre los pensamientos que ocupan tu mente y los miedos y
deseos que se agitan en tu corazón? Cada vez que lo intentes,
comprobarás que lo que la clarividencia requiere no son conocimientos
o informaciones. Esto se adquiere fácilmente; no así el valor para hacer
frente con éxito al miedo y al deseo, porque, en el momento en que
desees o temas algo, tu corazón, consciente o inconscientemente, se
interpondrá y servirá de obstáculo a tu pensamiento.
Esta es una consideración para "gigantes" espirituales que han logrado
darse cuenta de que para encontrar la verdad, lo que necesitan no son
formulaciones doctrinales, sino un corazón capaz de renunciar a su
"programación" y a su egoísmo cada vez que el pensamiento se pone
en marcha; un corazón que no tenga nada que proteger y nada que
ambicionar y que, por consiguiente, deje a la mente vagar sin trabas,
libre y sin ningún temor, en busca de la verdad; un corazón que esté
siempre dispuesto a aceptar nuevos datos y a cambiar de opinión. Un
corazón así acaba convirtiéndose en una lámpara que disipa la
oscuridad que envuelve el cuerpo entero de la humanidad. Si todos los
seres humanos estuvieran dotados de un corazón semejante, ya no se
verían a sí mismos como "comunistas" o "capitalistas", como
"cristianos", "musulmanes" o "budistas", sino que su propia
clarividencia les haría ver que todos sus pensamientos, conceptos y
creencias son lámparas apagadas, signos de su ignorancia. Y, al verlo,
desaparecerían los límites de sus respectivas charcas, y se verían
inundados por el océano que une a todos los seres humanos en la
verdad.

Este hermoso video es la propuesta para la meditación de hoy.



http://www.youtube.com/watch?v=TuLg9TOzfm0

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