lunes, 8 de marzo de 2010

Meditemos para aprender a fluir.

Meditemos para aprender a dejar fluir la vida a traves de nosotros...sin luchas ni temores, en forma natural como debe ser.

MEDITACION 29
"El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida
por mí, la encontrará"
(Mt. 10 , 39)
¿Has pensado alguna vez que quienes más miedo tienen a morir son
los que más miedo tienen de vivir? ¡Que al pretender escapar a la
muerte estamos huyendo de la vida?
Imagínate a un hombre que viviera en un miserable ático sin luz y sin
apenas ventilación; imagínate además que a ese hombre le da
verdadero terror bajar las escaleras, porque ha oído hablar de quienes
han rodado por ellas y se han roto el cuello, y que jamás se le ocurriría
cruzar la calle, porque le han dicho que el intentar hacerlo han sido
atropelladas centenares de personas. Y, naturalmente, si no es capaz
de cruzar una calle, mucho menos podrá cruzar un océano, o un
continente... o pasar de un universo mental a otro. Lo que hace ese
hombre es aferrarse a su pequeño cuchitril, en un desesperado intento
de eludir la muerte, con lo que al mismo tiempo elude también la vida.
¿Qué es la muerte? Una pérdida, una desaparición, un marcharse, un
decir adiós. Cuando te aferras a algo, te niegas a marcharte, te niegas
a decir adiós, te resistes a la muerte. Y aunque no te des cuenta, te
resistes también a la vida.
Porque la vida está en movimiento, y tu, en cambio, estás fijo; la vida
fluye, y tú en cambio estás estancado; la vida es flexible y libre, y tú,
en cambio, estás rígido y paralizado. La vida se lo lleva todo, y tú en
cambio ansías estabilidad y permanencia.
Por eso temes a la vida y temes a la muerte: porque te aferras. Si no te
aferraras a nada, si no temieras perder nada, entonces serías libre para
fluir como el torrente de la montaña, siempre fresco, vivo y cambiante.
Hay personas que no pueden soportar la sola idea de perder a un ser
querido, y prefieren no pensar siquiera en ello; o bien les horroriza la
simple posibilidad de poner en duda y acabar perdiendo una creencia,
una ideología o una teoría que siempre han estimado; o están
convencidas de que jamás podrán vivir sin tal o cual persona, lugar o
cosa que tienen en gran aprecio.
¿Quieres conocer una forma de medir tu grado de rigidez y de inercia?
Observa la cantidad de dolor que experimentas cuando pierdes a una
persona, una cosa o una idea muy queridas para ti. El dolor y la
aflicción revelan tu apego a ellas, ¿no es verdad? ¿Por qué te aflige
tanto la muerte de un ser querido o la pérdida de un amigo? Porque
nunca te paras a pensar en serio que todas las cosas pasan o cambian
o mueren.
Por eso la muerte, la pérdida y la separación te pillan tan de sorpresa.
Prefieres vivir en el pequeño ático de tu ilusión, pretendiendo que las
cosas no cambien nunca y sigan siendo siempre las mismas . Por eso,
cuando la vida hace añicos violentamente tu ilusión, experimentas tanto
dolor.
Para vivir debes mirar de frente a la realidad; sólo así te liberarás del
temor a perder a las personas y adquirirás el gusto por la novedad, el
cambio y la incertidumbre; sólo así se desvanecerá tu miedo a perder
lo ya familiar y conocido y esperarás y acogerás ilusionado lo nuevo y
desconocido. Si es la vida lo que ambicionas, he aquí un ejercicio que
tal vez te resulte doloroso, pero que, si eres capaz de hacerlo, te
proporcionará el optimismo de la libertad:
Pregúntate si hay algo o alguien cuya pérdida te causaría una gran
aflicción. Puede que seas de esas personas que no pueden soportar la
mera idea de la muerte o la pérdida de un ser querido. Si es así, y en la
medida en que lo sea, estás muerto. Lo que hay que hacer es afrontar
la muerte, la pérdida, la separación de las cosas y personas queridas.
Considera, una por una, a esas personas y cosas e imagina que han
desaparecido de tu lado para siempre y diles adiós en tu corazón. Dale
las gracias y dile adiós a cada una de ellas.
Vas a sentir dolor, y vas a sentir también cómo dejas de aferrarte a
ello; a continuación brotará en tu consciencia algo distinto: una soledad
que crece cada vez más, hasta convertirse en algo parecido a la infinita
inmensidad del cielo. Pues bien, en esa soledad está la libertad. En esa
soledad está la vida. En ese no-aferrarse está la decisión de fluir
libremente, de disfrutar, gustar y saborear cada nuevo instante de la
vida; una vida que ahora es mucho más dulce, porque ha quedado libre
de la inquietud, la tensión y la inseguridad; libre del temor a la pérdida
y a la muerte que siempre acompaña al deseo de permanecer y de
aferrarse.

Nuestro video de hoy...el sonido del silencio, para meditar.



http://www.youtube.com/watch?v=KUjvuxTbn1o

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